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El sueño de encontrar un trabajo “normal” en España: la historia de Naomi, superviviente de la trata de mujeres

Esta nigeriana fue prostituida durante años tras viajar con su tía a Europa a finales de los noventa. Ahora estudia, sueña con ayudar a mujeres como ella y se refugia en la Biblia

Trata de mujeres
Una mujer conversa con un conductor en el polígono Marconi, epicentro de la prostitución en Madrid, en 2018.Carlos Rosillo

“Oh, señor Padre, que tu nombre se eleve sobre todo nombre y que sea glorificado, porque mereces ser alabado”. Sentada en el sofá gris del salón de su apartamento, la mujer reza en inglés, en voz baja. Detrás de ella, una gran pantalla muestra a un hombre encima de un escenario, rodeado por luces de discoteca: es joven, lleva ropa tradicional nigeriana y se mueve sin parar de izquierda a derecha. Él también ora, en un idioma que la mujer no entiende pero que define como “el de la gente que tiene la bendición de la Biblia”.

La mujer, de 46 años, que prefiere identificarse como Naomi (nombre ficticio), es del Estado de Edo, en el sur de Nigeria, de idioma y etnia ika. Llegó a España en 1999 a través de una tía, ya afincada en el país, quien durante tres años la obligó a prostituirse en Madrid y Valencia para pagar una supuesta deuda de 22.000 euros por el viaje. España es uno de los principales destinos de víctimas de trata con fines de prostitución forzada, según Naciones Unidas, y también un importante país de tránsito. La ONU estima que globalmente hay más de 40 millones de personas, mayoritariamente mujeres y niñas migrantes, en situación de trata. La prostitución forzada es su principal (pero no único) fin: otros son el trabajo forzoso o la mendicidad.

Igual que Naomi, la mayoría de las nigerianas que ejerce la prostitución forzada en España viene del Estado de Edo: “En general en África Occidental, pero especialmente allí, durante mucho tiempo, las mujeres se han desplazado para comerciar”, explica Kristin Kastner, etnóloga experta en movilidad y migración. “Las condiciones allí son muy duras y existe una gran presión para tener éxito y ganar dinero”.

La ONU estima que globalmente hay más de 40 millones de personas, mayoritariamente mujeres y niñas migrantes, en situación de trata

Si a Naomi la trajo una tía, en otros casos detrás hay grandes grupos criminales. La principal organización criminal nigeriana que se dedica a la trata es la Confraternidad Supreme Eiye, originariamente una hermandad universitaria que después, en el marco de inestabilidad y violencia del país, pasó a dedicarse al crimen. Naomi cuenta que, nada más llegar a Madrid, la tía señaló a algunas compatriotas que se prostituían en una avenida y le dijo: “Gracias a eso tienen lo que tienen en Nigeria”. “Yo me quedé en blanco”, recuerda. “Para mí, el dinero no lo vale todo”. Gema Fernández, abogada de la asociación Women’s Link Worldwide, apunta: “Muchas de estas mujeres saben que van a trabajar en la prostitución, pero no conocen las condiciones ni la violencia que van a enfrentar; otras, hasta que no llegan aquí, no saben a qué vienen”. Hasta entonces, Naomi pensaba que en España podría encontrar un trabajo “normal”. Además, “con la ayuda de Dios”, quería volver a emprender los estudios abandonados durante la adolescencia.

Muchos años después, en una tarde de finales de agosto, con los ojos cerrados y las manos juntas, sigue un servicio religioso por YouTube. Antes solía ir a una iglesia de la ciudad en la que vive, pero ya no. Le incomodaba cruzarse con los hombres que traen a las chicas de Nigeria, y con alguna madame o mami, como se conoce a las mujeres que recaudan el dinero de la deuda –ellas mismas, a menudo, son exvíctimas de trata–. “Encima, la mayoría se sientan delante, llevan el mejor vestido, joyas y zapatos; cuando es el momento de bailar se muestran con orgullo, y cuando se organizan comidas, se sirven a su antojo. Algunas intentan directamente manejar la iglesia”, cuenta por videollamada. Al gesticular, sus largas rastas ondean. “A veces el pastor dice: ‘Ustedes hacen cosas que no son de Dios, que tienen que remediar’ y todo el mundo sabe a quién se refiere. Pero los pastores que piden que no lo hagan, porque no es dinero limpio, son muy pocos y tienen menos miembros en la iglesia, o los pierden por ello. Yo por eso ahora sigo la Biblia con mi corazón”.

Naomi (nombre ficticio) se tapa el rostro con una biblia.
Naomi (nombre ficticio) se tapa el rostro con una biblia.Elena Ledda

El vínculo entre iglesias pentecostales y trata

Las iglesias pentecostales forman parte de las evangélicas y nacieron en Estados Unidos a principios de 1900. En Nigeria (donde la mitad de la población es musulmana) los pentecostales representan el 63% de los 95 millones de cristianos existentes, según The Database of Religious History. En Europa, la red Pentacostal European Fellowship reúne a 60 movimientos.

La posible vinculación entre algunos pastores o iglesias pentecostales y la trata es un tema todavía poco investigado. En Sudáfrica en 2017, el pastor nigeriano Tim Omotoso fue acusado de trata, violación y estafa. Ahora espera la sentencia del tribunal supremo de apelaciones. En España en 2016, en Torrevieja (Alicante), la Policía Nacional desmanteló una red de la cual formaba parte un pastor nigeriano. En su iglesia fueron encontrados los pasaportes de ocho de las 12 víctimas.

“Todos los centros de reunión son lugares de posible captación o pago de deudas”, apunta Lluís Moreno, sargento jefe de la Unidad Central de Trata de Seres Humanos de los Mossos d’Esquadra. “Por informaciones de inteligencia sabemos que, sobre todo al origen, los captadores muchas veces son gente que tiene credibilidad en la comunidad y la aprovecha, pero no tenemos más información”. El suceso de 2016 fue un hecho aislado, según el jefe del Grupo Segundo de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales de la Policía Nacional (UCRIF), que subraya que no se puede concluir que es habitual la relación de los pastores pentecostales con los tratantes de personas.

Estefanía Acién González, antropóloga social experta en la realidad de las nigerianas que ejercen la prostitución en España, alerta de un posible riesgo al relacionar iglesias y trata: “Cuando se lanza la idea de que tienen algo que ver –igual que cuando se relaciona la trata con el vudú– se solidifica el estereotipo de las mujeres como poco racionales, como si no fueran capaces de decidir qué hacen con sus creencias; eso las coloca en un lugar que hace imposible su integración”. En su opinión, primero habría que entender la importancia de la espiritualidad en Nigeria: “Las necesidades espirituales están canalizadas en el vudú (juju) y en la fe cristiana pentecostal, y a veces las dos se mezclan. Eso no significa que la iglesia sea un elemento clave para entender la trata, aunque sí puede que haya gente que la instrumentalice para tener poder sobre las mujeres”.

“Los pastores en Nigeria son muy ricos y lo muestran abiertamente. La narrativa de hacer dinero es central, los medios son secundarios”
Kristin Kastner, etnóloga experta en movilidad y migración

La etnóloga Kastner, experta en movilidad y migración, apunta que antes de salir de Nigeria muchas mujeres participan en rituales juju y en enormes campamentos de oración en iglesias pentecostales como una especie de seguro ante el viaje. Opina, además, que los pastores pentecostales saben perfectamente lo que pasa: “En ceremonias en España, a menudo dicen cosas como: “Es difícil para vosotras en Europa, pero si trabajáis duro, lo conseguiréis. Así vinculan tener éxito y ser buenas cristianas con el precio que hay que pagar por ello”. Y añade: “Los mismos pastores en Nigeria son muy ricos y lo muestran abiertamente. La narrativa de hacer dinero es central, los medios son secundarios”.

Ann Baiye (nombre ficticio), mediadora intercultural para mujeres nigerianas en Madrid, apunta a un cambio del discurso de los líderes religiosos: “Antes era normal que una mujer trajera a una chica para trabajar y que pagara una deuda. Ahora los pastores dicen a las mamis que ya no vengan a la iglesia si hacen eso”.

Kastner señala la dificultad de trazar límites en una comunidad basada en fuertes enlaces: “Siempre serás la hija de, o un miembro de; las interdependencias son muchísimas”. Un elemento que Kastner no menciona pero que quizá influye en las interdependencias es que, en la iglesia pentecostal, el pago del diezmo (una décima parte de las ganancias de los fieles) es obligatorio. La web Generación Pentecostal cita, entre las razones para pagar: “Si no lo hago, le estaría robando a Dios”.

Un drama del que todos son responsables

Kastner se muestra convencida de que la iglesia pentecostal es uno de los actores que se aprovechan de la difícil situación de las personas migrantes, pero hay muchos otros responsables: “En primer lugar, las circunstancias que llevan la gente a migrar”.

La experta Acién afirma: “Centrar la atención en que todo lo horrible que le ocurre a esas mujeres tiene que ver con la trata quita la responsabilidad a unas políticas migratorias que hacen imposible migrar legalmente, a unas desigualdades entre países que obligan la gente a emigrar y a una estructura del mercado laboral que clasifica a las personas y expulsa a algunas de ellas. Es todo eso lo que propicia la trata”. Marta González Manchón, coordinadora de sensibilización del Proyecto Esperanza, añade a la lista las desigualdades de género. “Muchas de las mujeres con las que trabajamos están viviendo situaciones de exclusión y violencia por ser mujeres, pobres y muchas veces racializadas”.

Durante los tres años que vivió con su tía y ‘madame’, despojada del pasaporte y aislada, Naomi se prostituyó bajo la amenaza de la magia negra

Durante los tres años que vivió con su tía, su madame, despojada del pasaporte y aislada, Naomi se prostituyó bajo la amenaza de que, de no saldar la deuda, esta haría “magia negra” con las bragas, mechones de pelo y uñas que previamente le había entregado. No solo temía por ella. “Muchas no explican lo que están viviendo para no poner sus familias en riesgo”, apunta la mediadora Baiye.

Para Naomi, ser superviviente de trata –término que prefiere al de víctima– fue una experiencia muy traumática, pero no la única. A finales de los ochenta, debido a la instabilidad política y a la corrupción de Nigeria, su familia pasó de un día para otro de la riqueza (el padre era banquero) a quedarse sin hogar. Con apenas 15 años se vio obligada a cuidar de una tía mayor y de sus nietos con la promesa de que una de las hijas la llevaría un día a Europa. La noche en el bosque, antes de cruzar la valla de Ceuta, sigue siendo una de sus peores pesadillas. Allí, como en todo momento difícil, su única esperanza fue rezar: “Dios, por favor, déjame sobrevivir y te alabaré para siempre”.

Pasaron los años ejerciendo en la calle hasta que, a principio de los 2000, comenzó una relación sentimental con un cliente. Él la ayudó a acabar de pagar la deuda y a liberarse de su tía. Luego, recuerda Naomi, empezó a echárselo en cara y a pegarle. Cuando él la dejó, Naomi se quedó, a los 35 años, con las hijas en común, entonces de cinco y 10 años, sin papeles y con un sueldo de trabajadora del hogar de 600 euros para pagar un alquiler de 400 –poco después sufrió un intento de desahucio–. Gracias a una maestra de su hija, que descubrió que llevaban meses comiendo únicamente pan con aceite y kétchup, consiguió la atención de servicios sociales y de una ONG para comida y una vivienda provisional, donde las tres estuvieron durante más de un año. Trabajando en la economía sumergida y gracias también a ayudas para pagar el alquiler, poco a poco fue remontando.

Gracias a su fuerza de voluntad, a la que le dan las hijas, a ayudas puntuales de servicios sociales y de ONG y, en su opinión, a la de Dios, Naomi encontró un trabajo en la economía formal. Hoy es socia empleada en una cooperativa de productos ecológicos, ha obtenido el ansiado documento de identidad de extranjeros y ha vuelto a estudiar. Este año ha acabado un grado medio de atención a las personas en situación de dependencia. “Ahora quiero hacer integración social y trabajar con supervivientes de trata, para que tomen conciencia de que son dueñas de sus cuerpos. Quiero ser para ellas un ejemplo de que, aunque no es fácil, hay una segunda oportunidad”.

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