‘Hora de partir’: recuerdos de la migración minera de Cabo Verde a León
El Museo Nacional de Antropología de Madrid acoge la exposición ‘Kabu Verdi: hora de bai’ hasta enero de 2023
Sodade es el término criollo para referirse a la nostalgia del que tiene que partir dejando su hogar. Sodade es uno de los temas más conocidos de la reina de la morna, Cesária Évora. Y sodade rezuma el himno por excelencia de la inmigración caboverdiana, el escrito por Eugénio Tavares, Hora di Bai (Hora de bai, Hora de dor, Ja’n qu’re / Pa el ca manchê! De cada bez / Que’n tal lembrâ, Ma’n qu’ré / Ficâ'n mortê).
Los caboverdianos tuvieron que inventar ese término, quizás porque uno de sus rasgos identitarios sea la emigración. Son más los que viven fuera del archipiélago que los que se quedan. Esas 10 islas nunca estuvieron pobladas antes de la llegada de los portugueses. Ellos establecieron un sistema de plantaciones de tipo colonial y para trabajar en ellas importan personas esclavizadas de las costas del golfo de Guinea. Cuarenta y siete años después de la independencia del país, la concentración de la mano de obra, que es causa de hambrunas recurrentes, obliga a muchos de los nacidos allí a marcharse. Algunos se enrolan en las flotas pesqueras que atracan en sus puertos. Otros parten rumbo a Europa.
Un grupo de estos últimos, que ya estaba asentado en Portugal en los años setenta del siglo pasado, terminó trabajando en las minas de carbón del Bierzo y Laciana. El destino de los primeros en aparecer no era ninguna de estas dos comarcas del norte de León. Su intención era llegar a Países Bajos o Suiza, donde existían grandes oportunidades laborales. Sin embargo, en el camino encontraron empleo y se quedaron. Era 1973, en plena crisis del petróleo, los precios subían, y todos los ojos se volvieron hacia el carbón. Se necesitaba mucha mano de obra en las cuencas mineras y los caboverdianos ofrecieron las suyas.
Llegaron a ser más de 3.000 los que bajaban a las minas. Dentro de ellas no se distinguían del resto de sus compañeros. “Todos somos iguales dentro de la mina”, le dijo Eliseo Honorato Moreira Pinto, antiguo minero y presidente de la Asociación sociocultural Amílcar Cabral a Luis Pérez, conservador del Museo Nacional de Antropología de Madrid, cuando hacía el trabajo de campo que ha concluido con la inauguración de la exposición Kabu Verdi: hora di bai. Una muestra que rinde homenaje a las comunidades caboverdianas en las cuencas mineras leonesas. Con esta exhibición se concluye el ciclo Démosle la vuelta al mundo, que celebra el quinto centenario de la vuelta al mundo de Magallanes-Elcano. Cabo Verde fue la última etapa de aquel viaje antes de tocar territorio español.
La exposición está dividida en tres secciones: En la primera, De Cabo Verde al Biezo y Laciana, se parte de la realidad del país africano y se aterriza en las minas de León. La segunda, Identidades portátiles, recorre las principales expresiones culturales del archipiélago: la literatura y las publicaciones en criollo. Además de la que quizás sea la más conocido del país, la morna, la música patrimonio inmaterial de la humanidad, cuya gran embajadora fue Cesária Évora. A ella se rinde un pequeño homenaje con el despliegue de muchas de las carátulas de sus discos. En la tercera, Todos somos iguales dentro de la mina, se habla de la solidaridad entre los mineros, independientemente de su origen. Es el compañero con el que trabajas el que puede salvarte la vida. Además, frente al poder de la empresa minera, a los asalariados nos les quedaba otra cosa que la solidaridad que se genera dentro de los pozos y los túneles. Una actitud que se mantuvo durante el proceso de desmantelamiento de la industria minera que llevó a los mineros a manifestarse juntos para defender sus derechos. Los caboverdianos participaron activamente en aquellas marchas, por ejemplo en Madrid.
La muestra también resalta la capacidad que los caboverdianos tuvieron para adaptarse a un ambiente tan diferente al suyo de origen –testimonios grabados por el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León iluminan esa realidad–. Su adaptación ha sido considerada modélica. “Con el problema del idioma, del clima o la cultura, no fue fácil al inicio, pero nos hicimos hueco. Algo que no hubiera sido posible sin el apoyo de los bercianos y lacianiegos, que fue muy importante y siempre agradeceremos”, recuerda Pinto. Por su parte, Javier Domingos, presidente de la Asociación Cabobercianos Unidos de Bembibre, que agrupa a los más jóvenes, ya nacidos en España, comenta: “En El Bierzo nunca nos hemos sentido discriminados, jamás. Pero cuando sales del Bierzo es cuando empiezas a ver, empiezas a notar, a escuchar cosas distintas. En el propio León ya sí que se nota un poco más. Yo he sido víctima de racismo directo. Depende de en qué ámbitos parece que sí que hay esos microrracismos y esas dificultades a la de acceder a ciertas cosas que un leonés no las tiene. Pero nunca en El Bierzo”.
Muchos mineros se jubilaron en Torrevieja, Alicante, porque el clima de allí es bueno para las enfermedades pulmonares. También bastantes de los caboverdianos optaron por ese enclave junto al mar. Un signo más de la integración de las dos comunidades.
La exhibición no hubiera sido posible sin la colaboración y la cesión de fotos y objetos por parte de los miembros de las dos asociaciones. De hecho, se ha reproducido la pared de una de ellas al final de la exhibición. Imágenes de eventos festivos y deportivos las decoran, junto a trofeos ganados, carteles de Amílca Cabral (héroe panafricanista y líder de la independencia del archipiélago), u otros recuerdos y logros que son testigos de la presencia y la aportación de los llamados cabobercianos. “Esa denominación no es nuestra, no nos la hemos puesto nosotros, han sido los propios bercianos los que nos han apodado o nos han apadrinado como cabobercianos, para decir que dentro del Bierzo, somos uno más”, explica Domingos. Como él, joven empresario, otros compañeros de origen caboverdiano contribuyen a la grandeza de esas comarcas donde han nacido. Es el caso de la jugadora de baloncesto Gilda Silva, que ha colaborado activamente en la organización de la exposición y que fue clave para que el Coelbi Bembibre PDM ascendiese a primera división. O el futbolista Valdo, que jugó en la Selección española sub 21 y en la absoluta de Cabo Verde y en varios equipos de primera división de La Liga, entre ellos el Real Madrid y el Osasuna.
“Una exposición como esta es un orgullo y una ventana abierta para todos aquellos que no nos conocen, que es mucha gente. Porque cuenta lo difícil que fue emigrar de Cabo Verde a aquí, lo felices que eran los mineros en la mina, aunque no lo parezca, y cómo poco a poco se fue creando ese vínculo caboverdiano-mina. Porque si tú sales del Bierzo y preguntas por los caboverdianos, inmediatamente se asocia a minería”, afirma Domingos. A lo que Pinto añade: “Cuando Luis Pérez nos propuso participar en este proyecto, dijimos: vamos a intentarlo. Porque esta exposición recoge nuestra historia. Pero es una historia que va más allá, no es solo lo que hicimos en El Bierzo y Laciana, sino también la historia de cada uno de nosotros”.
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