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África echa humo por el tabaquismo desmedido

La falta de regulación eficaz, los bajos impuestos y la juventud de la población permiten a la industria tabaquera crecer en los países menos desarrollados

Tabaco África
Un hombre fuma un cigarrillo en Johannesburgo, Sudáfrica, en agosto de 2020, tras la restitución del derecho a fumar en lugares públicos por la covid-19.SIPHIWE SIBEKO (Reuters)
José Naranjo

En el mundo cada vez se encienden menos cigarrillos. La tasa de personas fumadoras ha experimentado un ligero descenso en los últimos años, pasando de un 22,7% de la población en 2007 a un 19,6% en 2019, según el Atlas del Tabaco elaborado por Vital Strategies y la Universidad de Illinois. Este retroceso obedece a medidas como la adopción de límites a la comercialización, las campañas de sensibilización, la prohibición de fumar en lugares públicos y, sobre todo, la imposición de elevadas tasas a la importación, lo cual repercute en el precio de la cajetilla. Sin embargo, en muchos países africanos la tendencia es inversa y el tabaquismo aumenta. La estrategia de esa industria es clara: los países menos desarrollados, con impuestos más bajos y población muy joven, son su objetivo.

Mamadou Diagne se apoya en un muro de una casa a medio construir del barrio de Ouakam, en la capital senegalesa. Con parsimonia, este joven comercial de una empresa de seguros saca un mechero del bolsillo y enciende su primer cigarrillo de la mañana. Asegura que fuma unos cinco o seis al día más o menos. “Los compro sueltos en la tienda que está junto a mi casa. A mi mujer no le gusta que fume, sobre todo por los niños, así que los disfruto en la calle”, dice mientras exhala el humo. Comprarlos no le supone un gran esfuerzo: una cajetilla de una conocida marca de tabaco estadounidense cuesta algo más de un euro, un precio irrisorio comparado con el de la mayoría de los países desarrollados, y que apenas se ha movido en los últimos años.

Senegal adoptó en 2014 una ley de control del tabaquismo pionera por su dureza en la región de África occidental. Eta especificaba restricciones para fumar en público, regular el empaquetado y el etiquetado con la inclusión de imágenes de las consecuencias médicas del tabaquismo, medidas para evitar la injerencia de la industria tabacalera en la política sanitaria nacional y para prohibir todas las formas de publicidad, promoción y patrocinio. “Pero una cosa es la ley y otra la realidad: vemos que muchas de esas normas se han relajado o no se cumplen”, asegura el economista Demba Moussa Dembelé. “El Gobierno no quiere molestar a las empresas importadoras. La medida más efectiva sería subir los impuestos y aplicar de verdad restricciones severas. Vemos a muchos jóvenes que empiezan a fumar, es una tendencia creciente”, añade.

Allí donde se introducen altas tasas, las consecuencias se dejan ver de manera casi inmediata: suben los precios y el consumo desciende, lo cual tiene a su vez dos implicaciones más: se reduce el gasto sanitario derivado del tabaquismo y aumentan los ingresos que, gestionados de la manera adecuada, contribuyen a una mejor atención médica de la población. Según el Atlas del Tabaco, con un 10% de incremento del coste, la caída del hábito es del 4% en los países del Norte global, mientras que dicho descenso es del 5% en los países de ingresos medios y bajos. La Organización Mundial de la Salud ha hecho un llamamiento a la adopción de medidas fiscales más severas para gravar los cigarros, pero en África la respuesta sigue siendo insuficiente.

El equipo de economistas Tobacconomics, de la Universidad de Illinois, elabora periódicamente el Sistema de Puntuación Fiscal de los Cigarrillos, un ránking con cuatro criterios que mide la eficacia de las medidas impositivas al tabaco y lo expresa a través de un índice que va de cero a cinco, siendo cero la inexistencia de impuestos y cinco una política fiscal integral con excelentes resultados. En su último informe de 2020, el continente africano seguía ocupando el escalón más bajo con una puntuación media de 1,64, aunque había mejorado ligeramente respecto al 1,30 de 2018. Dentro de África, Botsuana aparece como el país más duro contra el consumo, con un 4,3 de puntuación, y Liberia el que más reformas ha introducido, pasando de 0,5 a 3,13. Del resto de países, ninguno supera los tres puntos.

“Senegal ha perdido su plaza de liderazgo en la lucha antitabaco debido a una ausencia de voluntad política en estos últimos años”, aseguraba el pasado 31 de mayo Djibril Wele, secretario ejecutivo de la Liga Senegalesa contra el Tabaco. Esa falta de iniciativa se percibe por todo el continente. En Camerún y Burkina Faso, los colectivos similares de la sociedad civil han constatado la presencia creciente de puntos de venta cerca de los colegios; en Kenia, Chad y República Centroafricana, la fiscalidad para este producto es tan baja que un pitillo cuesta menos que un simple caramelo.

De mantenerse la actual tendencia, en 2025 África tendrá 80 millones de nuevos fumadores

“La industria tabaquera y los importadores forman parte de la élite, tienen una gran capacidad para ejercer enormes presiones a los gobernantes y conseguir que las normas, si existen, se relajen o se apliquen de manera laxa, sobre todo en países más dependientes económicamente”, añade Dembelé. De mantenerse la actual tendencia, en 2025 la cantidad de fumadores en África se habrá incrementado hasta llegar a los 80 millones de personas, siendo la región del mundo con más nuevos fumadores en un contexto de descenso global del hábito. Los expertos aseguran que detrás de estas cifras está el incremento poblacional, pero sobre todo subyace la agresividad de la industria en mercados con un enorme potencial.

Según un estudio de la Universidad de Bath, de Reino Unido, estas políticas comenzaron ya en los años noventa. “Las empresas tabacaleras han planificado estratégicamente su expansión en África durante más de dos décadas, buscando explotar agresiva y consistentemente estas oportunidades rentables. Para expandir su base de consumidores, se dirigen a nuevos fumadores potenciales en su marketing promocional, especialmente mujeres y grupos más jóvenes. A menudo, los métodos de comercialización y venta de sus productos, como el patrocinio de eventos orientados a los jóvenes, implican la violación de marcos internacionales e incluso los propios principios de comercialización obligatorios de la industria”, explica dicho informe.

El Convenio Marco para el Control del Tabaco, lanzado en 2005 por la OMS, animó a muchos gobiernos en todo el mundo, también en África, a aprobar normas restrictivas. Sin embargo, la realidad es que mientras en los países desarrollados la tasa de fumadores desciende, en África se está librando una guerra comercial en la que las empresas parecen ir ganando algunas batallas. “El tabaco mata y genera un enorme gasto sanitario. Podemos parar esta epidemia con políticas adecuadas”, añade Demba Moussa Dembele. “África no tiene por qué ser el bote salvavidas de las tabacaleras a costa de la salud de los ciudadanos”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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