Un brote en Malaui resucita la polio en África
La aparición del poliovirus salvaje en Lilongwe ha sido certificada por la OMS y rompe los cuatro años libres de la enfermedad en el continente. Cinco países inician una campaña de vacunación masiva que pretende alcanzar a 23 millones de niños menores de cinco años
Las alarmas saltaron el pasado 17 de febrero. Entonces, las autoridades sanitarias de Malaui, un país situado en el corazón de África de unos 19 millones de habitantes, declararon un brote de poliovirus salvaje tipo 1 al detectar un caso en una niña de tres años de edad en Lilongwe, la capital. Fue un shock para la propia nación malauí, cuyo último diagnóstico de poliomielitis databa de 1992, para sus vecinos y para el continente en general. No en vano, en agosto de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado de forma oficial a África un continente libre de polio cuatro años después de los últimos casos en el noreste de Nigeria, el único estado donde resistía la enfermedad.
La poliomielitis es una enfermedad incapacitante y potencialmente mortal que afecta principalmente a niños menores de cinco años. La causa el poliovirus, que se propaga de persona a persona y puede infectar la médula espinal. Una de cada 200 infecciones conduce a una parálisis irreversible, y entre el 5% y el 10% de los paralizados mueren cuando sus músculos respiratorios se inmovilizan. La enfermedad fue un gran quebradero de cabeza en todo el mundo hasta que se descubrió una vacuna por los años cincuenta del siglo pasado, lo que inició un proceso de inmunización rápido y efectivo. Según la Organización Mundial de la Salud, los casos de poliovirus salvajes han disminuido en más del 99% desde 1988; de un estimado de 350.000 diagnósticos en más de 125 países endémicos de entonces, a unos 35 casos notificados al año en la actualidad.
Pese a que ni la niña afectada ni su círculo cercano tenían antecedentes de viajes, los análisis de laboratorio relacionan la cepa de Malaui con la que ha estado circulando en la provincia de Sindh, en Pakistán, único país en el mundo junto a Afganistán en el que la polio sigue siendo endémica. Con todo, la OMS ha indicado que, al tratarse de un caso importado, la nueva detección no afecta al estado de certificación libre de poliovirus salvaje de la región africana.
Malawi llevaba 30 años libre de polio
De las tres cepas del poliovirus salvaje (aquel que procede del entorno, diferente a la polio de origen vacunal, que proviene del virus atenuado y que solo causa la enfermedad en casos muy extremos de escaso saneamiento y salubridad), la del tipo 2 se erradicó en 1999 y los últimos casos del tipo 3 datan de noviembre de 2012 en Nigeria. La detectada en Malaui es del tipo 1, aún endémica en Pakistán y Afganistán. La de origen vacunal se halló por última vez en 2020 en Sudán y en Yemen, y se sospecha que el brote fue debido a las dificultades para llevar las campañas de inmunización a causa de las restricciones de movimiento provocadas por la pandemia de covid-19.
“El proceso de diagnóstico fue muy riguroso; el laboratorio de referencia que corresponde a esta región se encuentra situado en Sudáfrica, así que la muestra tuvo que ir hasta allí y también a los Estados Unidos para la confirmación”, explica Janet Kayita, representante de la OMS para Malaui. Y añade: “El aspecto positivo es que los pasos a seguir estaban claros. El Gobierno declaró emergencia médica pública, lo que habilitó el apoyo de la Iniciativa Mundial por la Erradicación de la Polio –una asociación público-privada dirigida por gobiernos nacionales– y de sus socios como Unicef, la fundación Bill y Melinda Gates o los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). La poliomielitis es una enfermedad encaminada a la erradicación, por lo que resulta de vital importancia que, una vez identificado un caso, se actúe con mucha celeridad. En 24 horas ya teníamos una coordinación global en el país con unidades movilizadas”.
Kayita indica también que se desconocen detalles sobre la cadena de transmisión, y que se ha iniciado una ambiciosa campaña de vacunación cuyas rutinas adoptadas asegurarán que todos los niños que necesiten estar protegidos lo estarán. Las naciones que colindan con Malaui (Tanzania por el norte, Zambia por el oeste y Mozambique por el sur y por el oeste) se encuentran en contacto y en continua coordinación con las autoridades malauíes y con expertos internacionales para llevar a cabo acciones parecidas. El objetivo que se ha marcado la OMS no es poco ambicioso: administrar alrededor de ochenta millones de dosis a más de 23 millones de niños menores de cinco años. “Nuestras fronteras tienen mucho movimiento. La gente la cruza a diario para ir y venir, por lo que la respuesta contra el virus no podía ser solo en una región concreta. En los otros países se está haciendo lo mismo; quizás algo menos intenso, pero exactamente lo mismo” dice.
Una desafiante campaña de vacunación
Solamente un mes después de la detección del caso, Malaui inició una ambiciosa campaña de vacunación que ha dividido en cuatro partes. Con el objetivo de inmunizar a casi tres millones de menores de cinco años, la primera de ellas concluyó el pasado sábado, 26 de marzo. La segunda comenzará a mediados de abril, y la tercera y la última tendrán lugar en mayo y junio. Los países lindantes más Zimbabue, que son los que pueden verse potencialmente afectados, se irán uniendo paulatinamente. “Esta nación no ha llevado a cabo una operación de esta envergadura desde hace más de diez años, así que entre ronda y ronda debemos revisar los datos obtenidos y qué vamos aprendiendo. Muchos trabajadores médicos se han incorporado al sistema de salud después de aquello, otros muchos lo han olvidado… Hay lecciones valiosas que debemos asimilar para afrontar los próximos pasos con más garantías si cabe”, señala la representante de la OMS en Malaui.
Atendiendo a estadísticas oficiales, los retos que encara Malaui para cualquier acción que requiera destinar recursos y movilizar personas, como una campaña de vacunación masiva como la que está en curso, no son pocos. Pese a que el país realiza un esfuerzo más que notable en materia sanitaria, pues su sistema de salud, al que dedica más del 7% del PIB, es público y totalmente gratuito, la escasez generalizada se yergue como un enemigo muy difícil de derrotar. No en vano, casi el 51% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, según el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). Y esta falta alarmante de recursos no es el único obstáculo a sortear en esta carrera contra la poliomielitis.
“Durante la primera ronda de la campaña he visto estampas increíbles: trabajadores sanitarios caminando a través de charcos y pequeños lagos o cruzando puentes realmente peligrosos para llevar las vacunas a todos los lugares”, prosigue Janet Kayita. Habla de la dificultad de acceder a determinadas zonas rurales del país. Ella acudió al distrito de Dedza, a casi 100 kilómetros al sur de la capital. “En cada pueblo hay un encargado de hablar con las familias y de informarles de que se está llevando a cabo una campaña de inmunización. El día que yo llegué, un equipo de tres mujeres se había levantado a las seis de la mañana para visitar absolutamente todas las casas de una aldea muy remota. Identificaron a todos los niños menores de cinco años, los vacunaron y marcaron las casas visitadas y a los pequeños ya inmunizados”.
Alcanzar a niños en áreas tan recónditas como las que describe Kayita también requiere de tesón e imaginación, toda vez que son zonas sin monitorizar o mapear. “La campaña está organizada de tal forma que tenemos coordinadores y una serie de trabajadores en cada distrito. Los equipos hacen planos caseros para organizarse y discutir. Dibujan y dicen: ‘Mira, mañana voy a tomar este camino, sé que hay tres familias viviendo allí…’ Es un proceso intrincado, pero que muestra el gran trabajo del sistema público de salud”, afirma la doctora. Esta determinación e implicación del personal sanitario local puede resultar clave para que la OMS alcance el objetivo marcado: esos 23 millones de niños a los que quiere llegar viven en países con desafíos de pobreza y accesibilidad parecidos a los de Malaui.
Además de la OMS, autoridades gubernamentales y de organismos implicados se han pronunciado con cautela y moderado optimismo desde aquel diagnóstico primero, por ahora el único caso detectado. “Queremos que la niña que fue encontrada con polio sea la última en Malaui; es deber de cada padre o tutor asegurarse de que sus hijos hayan sido vacunados para protegerlos de la poliomielitis”, afirmó Khumbize Kandodo Chiponga, ministro malauí de Sanidad, quien presidió el inicio de la campaña en Lilongwe. “El resurgimiento del poliovirus salvaje en Malaui, décadas después de su última detección, es motivo de gran preocupación. La vacunación es la única manera de proteger a los niños de esta enfermedad paralizante que es altamente infecciosa”, señaló Rudolf Schwenk, representante de Unicef.
“Cada nuevo diagnóstico de polio fuera de Pakistán o Afganistán es un shock grande. Un solo caso ya es demasiado. Pero por los movimientos de la población y por tratarse de una enfermedad infecciosa es una preocupación global”, dice Janet Kayita, quien alaba la respuesta de autoridades gubernamentales, sanitarias y de la sociedad civil malauí en uno de los retos sanitarios de mayor envergadura en su historia reciente. “He visto cómo el ministro de Sanidad y sus ayudantes han pasado noches sin dormir para preparar el plan de acción, una gran movilización social por parte de las comunidades, de los líderes religiosos, de trabajadores y asistentes médicos… Ejecutar la primera parte de la campaña en apenas cuatro semanas ha sido como un milagro. Y ello no significa que, por haberlo hecho tan rápido, se hayan saltado partes del procedimiento. Lo que se ha conseguido es increíble”, concluye.
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