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La odisea de los que se quedan en Ecuador

Decenas de familias luchan por encontrar a quienes desaparecieron en su travesía a Estados Unidos desde uno de los epicentros de la migración en el país sudamericano

Ecuador
Leonardo Paucar mira la última foto que le queda de su hermano, antes de que desapareciera intentando cruzar ilegalmente hacia Estados Unidos. Su madre guarda como un tesoro el último recuerdo que le queda: un DNI. Tenía 17 años.Caridad Bermeo

“Dios mediante, te llamo el sábado desde San Antonio”. Esas fueron las últimas palabras que Flor Yupa escuchó de su hermana Carmelina antes de que intentara cruzar la frontera norte de México el 16 de agosto. No ha vuelto a saber de ella. El silencio ha sido una alarma. La mujer de 47 años se comunicaba a diario con su hermana desde que salió de Chunchi, un pequeño municipio en el sur de los Andes ecuatorianos. Flor, de 49, cuenta que tratar de encontrarla ha sido como transitar un campo minado, teme que un paso en falso delate a Carmelina y frustre su intención de llegar a Estados Unidos. Este argumento es el que detiene a la mayoría de familias de quienes desaparecen en persecución del “sueño americano”, según explica William Murillo, de la organización 1800 Migrante. El ente apoya en la búsqueda de ecuatorianos desaparecidos: “Solo 21 de las cerca de 50 familias que nos han contactado este año han querido que hagamos público su caso”.

Carmelina se tomó días de vacaciones en su trabajo como portera del colegio del pueblo para ir a entregar a su sobrina en la frontera. Los planes cambiaron cuando su hermana Yolanda le ofreció el dinero para el pasador (quien le ayudaría a cruzar de forma ilegal hacia EE UU). El viaje puede llegar a costar hasta 18.000 dólares (unos 15.500 euros), pero en su caso fueron 16.000 (13.800 euros), de los que se pagaron solo 9.000 (7.700 euros). El hombre que contrató le ofreció estadía en Piedras Negras, en el estado mexicano de Coahuila, mientras esperaba la oportunidad de atravesar el río Bravo, la frontera natural entre ambos países. “Estuvo ahí tres semanas”, explica Yupa, “trabajando en la casa de una señora. Le daban de comer… estaba bien”. Sin embargo, las ansias la vencieron. Decidió cambiar de pasador para agilizar el viaje y desde entonces no se sabe nada de ella.

El viaje a Estados Unidos puede llegar a costar a un ecuatoriano hasta 18.000 dólares (unos 15.500 euros)

Otra hermana, Yolanda, se puso en contacto con la organización de Murillo para tratar de encontrar una respuesta. Según cuentan desde la ONG, la mujer, afincada en Nueva Jersey, se puso en contacto con el segundo traficante de personas para tratar de localizar a Carmelina: “El pasador me dijo que ella caminó un día y una noche, pero no pudo más y se quedó en el sendero”, le comentó a los encargados de 1800 Migrante. “Cuando le insistí para que me diera más información, el coyotero nunca más me contestó. Me bloqueó y no sabemos nada de mi hermana”.

Flor Yupa muestra la foto de su hermana Carmelina, de 47 años. La busca desde el 16 de agosto, cuando intentó cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.
Flor Yupa muestra la foto de su hermana Carmelina, de 47 años. La busca desde el 16 de agosto, cuando intentó cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.Caridad Bermeo

Flor frota sus manos nerviosamente mientras se pregunta qué pudo pasar con su hermana. “Es que no tuvo paciencia”, le reprocha con la voz quebrada, en el frío de su casa, ubicada a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar. Vive en una de las tres parroquias rurales del municipio. Estas localidades, las más habitadas, son distantes pinceladas de edificios en las montañas, que se elevan sobre un mar de nubes. Junto a las casas sencillas, de adobe, se erigen grandes y coloridas edificaciones construidas con las remesas. Son la mejor propaganda para el peligroso viaje que muchos locales han hecho. Cerca de 15.000 chuncheños viven en Estados Unidos, frente a los 12.000 que habitan la localidad, según los datos del Ayuntamiento.

En 2021, 89.000 ecuatorianos han sido detenidos y expulsados por agentes de la patrulla fronteriza

La población local ha asistido a un flujo constante de migrantes desde hace décadas. Ese es el caso de Leonardo Paucar. El hombre de 42 años perdió de vista a su hermano hace más de 20. “Nos toca asumir que está muerto, porque después de tantos años se habría puesto en contacto”, cuenta Paucar. Su hermano, entonces de 17 años, partió hacia Centroamérica durante el carnaval de 2000. Al no saber de él, su familia decidió contactar al pasador. “Nos dijo que se había muerto en Oaxaca, ahogado dentro de un tanquero”. Paucar duda del relato del traficante de personas: “Ya sabemos que son mentirosos. Además, nos pidió que no hablemos con el Consulado. Nos dijo que ya lo habían enterrado. Nunca vamos a saber si era él”, concluye.

Las pequeñas casas de una de las parroquias rurales de Chunchi, junto a los edificios construidos con las remesas de migrantes
Las pequeñas casas de una de las parroquias rurales de Chunchi, junto a los edificios construidos con las remesas de migrantesCaridad Bermeo

Sin embargo, los problemas para cruzar y el peligro del viaje se han agudizado en el último año a raíz de la pandemia del coronavirus y del crecimiento de la migración. La patrulla fronteriza estadounidense ha duplicado sus operativos de búsqueda y rescate en 2021 (11.000) frente a 2020 y 2019 (5.000). Estos datos se corresponden con un crecimiento en los encuentros entre agentes y migrantes en las fronteras.

Cerca de 15.000 chuncheños viven en Estados Unidos, frente a los 12.000 que habitan en el pueblo

De acuerdo con el Gobierno de Ecuador, 2019 fue el año más intenso para la migración. De los cerca de 150.000 ecuatorianos que viajaron a México —la ruta más común tras la eliminación del visado en 2018, que este año se ha vuelto a instaurar—, tan solo 100.000 regresaron a casa. Una tercera parte se ha quedado en Norteamérica. Sin embargo, la información más reciente de la patrulla fronteriza estadounidense revela un fuerte crecimiento en las detenciones, devoluciones e identificación de migrantes ecuatorianos en 2021: 96.150, frente a los 12.095 de 2020, según los datos del ente, o los 30.000 de 2019 y los 4.000 de 2018, según la información recogida por el diario The Wall Street Journal.

William Murillo explica que estos datos rodean solamente la superficie, y muchas veces no se consideran los migrantes desaparecidos. El Ministerio de Relaciones Exteriores ecuatoriano no respondió a la solicitud de información. “Las personas no suelen denunciar estas desapariciones a la Cancillería, porque ellos no los buscan. No es su competencia. Simplemente, informan de los hallazgos de los gobiernos de México y Estados Unidos”, explica Murillo, “también hay una falta de confianza”. En los últimos 12 años, su organización, que trabaja desde el país norteamericano, ha documentado los casos de 143 ecuatorianos desaparecidos en la frontera.

A pesar del peligro, los vecinos de Chunchi siguen migrando. Flor admite que se queda por el miedo. Perdió a una hermana en una cárcel mexicana cuando intentaba migrar en 2014 y hace tan solo unos meses, otra fue deportada y le relató los horrores de su travesía: fue testigo de secuestros y violaciones en la misma ciudad de la que salió Carmelina, donde se ubica uno de los últimos reductos del violento cartel de los Zetas. Aun así, no le han faltado oportunidades: cuatro de sus hermanos y dos de sus hijas viven en Estados Unidos. Lo mismo pasa con Leonardo Paucar. La desaparición de su hermano no frenó al otro que le quedaba cuando decidió emprender el mismo viaje, hasta tres veces. Él es el último que queda, al cuidado de su madre, que se aferra a un viejo DNI: el único recuerdo que le queda de su hijo.

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