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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La imprescindible transformación feminista

A propósito del Foro Generación Igualdad en París, recordamos la importancia de alcanzar la igualdad de género en sector tan fundamental como el sanitario

Cuatro de las mujeres participantes en el foro Generación Igualdad llegan a la sede de París donde se está celebrando este encuentro,auspiciado por ONU Mujeres, hasta el 2 de julio.
Cuatro de las mujeres participantes en el foro Generación Igualdad llegan a la sede de París donde se está celebrando este encuentro,auspiciado por ONU Mujeres, hasta el 2 de julio.LUDOVIC MARIN (AFP)

Durante la pandemia se han contagiado 121.431 sanitarias y sanitarios de covid-19, de los cuales más de un 75% son mujeres, según las estadísticas del Ministerio de Sanidad. Este porcentaje no tiene causas epidemiológicas, sino que responde a una realidad social que se reproduce a nivel global: hay muchas más mujeres dedicándose al cuidado de la salud que hombres.

La proporción a nivel global, según un informe de la Organización Mundial de la Salud de 2019, es de un 67% de mujeres frente a un 33% de hombres. Este informe, que analiza la situación del personal de salud en 104 países a lo largo de 18 años (2000-2018), completa este panorama señalando que los trabajos dentro del sector de más alta cualificación y reconocimiento (personal de medicina, odontología y farmacia) son mayoritariamente desempeñados por hombres, mientras que la gran mayoría de mujeres son personal de enfermería, matronas y trabajadoras comunitarias de salud. No obstante, y esto invita a cierto optimismo, este desequilibrio entre especialidades empieza a compensarse en los últimos años del análisis.

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Las mujeres que trabajan en el sector reciben de media un 28% menos de retribución que sus compañeros. Las causas son fundamentalmente tres: las jornadas parciales más generalizadas entre ellas, el desempeño de funciones menos especializadas y de menor reconocimiento y, por último, la siempre inexplicable brecha salarial a igual jornada y funciones. Además de este, las emergencias sanitarias epidemiológicas tienen otros impactos en sus vidas y en su salud que, más que con los riesgos asociados a la propia enfermedad, tienen que ver con desigualdades estructurales preexistentes que estas crisis profundizan.

Un análisis desde esta perspectiva de los brotes de ébola en África Occidental (2014-2016) y de Zika en América Latina (2015-2017) apunta ya a ello antes de la crisis generada por la covid-19. Al elevado porcentaje de contagios entre las trabajadoras de la salud se añadieron, especialmente en el caso del Zika, una afectación directa al acceso y autonomía de las mujeres en el ejercicio de su derecho a la salud y derechos sexuales y reproductivos.

El análisis señala también los efectos específicos que tuvieron sobre las vidas de las mujeres las medidas de contención de las epidemias, desde el cierre de colegios, al de fronteras, y cómo las consecuencias socioeconómicas de ello reproducen y acentúan las desigualdades preexistentes.

Se apuntan en este análisis varias necesidades que resolver a futuro: la de un enfoque del derecho a la salud de las mujeres que vaya más allá del acceso a derechos sexuales y reproductivos; la de no desatender los problemas estructurales durante las respuestas a situaciones críticas; y la de contar con mujeres en los espacios donde se toman las decisiones críticas en la respuesta a las emergencias.

Un 67% de los trabajos dentro del sector salud son desempeñados por mujeres, según la OMS

La pandemia actual y su respuesta a la misma no ha tenido en cuenta estos aprendizajes previos, convirtiendo en profecía autocumplida las advertencias y recomendaciones que ya desde marzo y abril de 2020 se hacían sobre la necesidad de un enfoque de género que valorara todos los efectos de la pandemia y las medidas para luchar contra ella en la vida de las mujeres. Estos impactos de la covid-19 en la vida de mujeres y niñas, cabe insistir, se habían anticipado.

A comienzos de abril de 2020, Naciones Unidas publicó un documento de análisis sobre este tema donde identificaba los aspectos de la pandemia que afectarían particularmente al género femenino, empezando por los impactos directos sobre la salud ya señalados. Se añade de forma expresa que la precariedad e informalidad de su participación en la economía de muchos países las expondría a un riesgo mucho más elevado de perder sus medios de vida que en el caso de los hombres, evidenciando la generalizada falta de reconocimiento en la economía formal de los cuidados (de niños y niñas, personas mayores, enfermas o dependientes) no pagados, que proporcionan las mujeres en todo el mundo. Finalmente, se advierte de la urgencia de garantizar protección frente a la violencia de género y también a las que ya se encontraban en un contexto de emergencia humanitaria.

ONU-Mujer identifica cinco prioridades para su propia actuación ante esta crisis que resumen con bastante claridad las áreas en las que todos los países deberían concentrar sus esfuerzos: 1) protección frente a la violencia de género; 2) tener en cuenta de forma expresa a las mujeres y las niñas en las medidas de protección social y de reactivación económica que se adopten; 3) corresponsabilidad y reconocimiento de la importancia de los cuidados; 4) liderazgo y participación de las mujeres en la toma de decisiones sobre la respuesta a la pandemia; y 5) disponibilidad de datos y herramientas con perspectiva de género. No faltan propuestas concretas y prácticas inspiradoras que permitan reducir el impacto de género de la pandemia en muy diferentes contextos y realidades.

Una de estas fuentes de inspiración debe ser el Foro Generación Igualdad, que celebra un encuentro en París esta semana. Se trata de una alianza intergeneracional que se marca como objetivo acelerar las transformaciones necesarias para lograr la igualdad real de las mujeres. Su vocación de transformación va mucho más allá de los impactos de la pandemia en las mujeres, pero los mismos están haciendo retroceder los aún limitados avances por la igualdad y con ello están actualizando la urgencia de cambios sistémicos, estructurales. 25 años después de la histórica conferencia de Beijing y con menos de una década por delante para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se propone un Plan de Aceleración Global para la Igualdad de Género basado en coaliciones de acción abiertas a los compromisos de todo tipo de actores: de personas individuales a Estados, pasando por corporaciones y organismos multilaterales.

Una mirada de género sobre la pandemia pone de manifiesto la urgencia de una transformación como la que se plantea con esta iniciativa, porque solo así se lograrán impulsar medidas que aporten una respuesta adecuada a las mujeres ante cualquier emergencia, sin que su impacto negativo ponga en riesgo los logros en la lucha por la igualdad.

Virginia Rodríguez Bartolomé es responsable de Incidencia Política en ISGlobal.

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