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Invertir en banca ética para darle sentido al ahorro

La cooperativa de créditos Oikocredit Euskadi cuenta con más de mil millones de euros invertidos en 670 proyectos sociales y sostenibles en todo el globo

Productores de cacao en Kapatchira, de Ecookim.
Productores de cacao en Kapatchira, de Ecookim.Philippe Lissac / Godong
Noor Mahtani

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Aunque a Ángel Losantos Sánchez le separan más de 6.000 kilómetros de Mamadou Bamba, sus vidas están muy relacionadas. El primero es un bilbaíno jubilado de 63 años que, junto a su mujer, tomó la decisión de “darle sentido a sus ahorros”: “El tipo de interés que más nos interesaba no era un porcentaje, sino saber que nuestro dinero se empleaba de manera ética”. El segundo, Bamba, es el gerente de Ecookim, una cooperativa agrícola en Costa de Marfil con más de 32.000 productores, y, a su vez, uno de los beneficiarios de las inversiones como la de los Losantos. Los ahorros de uno son el motor para que la financiación no sea el factor limitante de estos agricultores. Y todas sus familias.

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El nudo que une ambas historias es Oikocredit Euskadi, una cooperativa de créditos con casi 1.100 millones de euros invertidos en cerca de 670 proyectos en 70 países, principalmente del hemisferio sur. Actualmente, están detrás de las inversiones en maquinaria agrícola en Costa Rica, la promoción de los productos lácteos locales de Senegal, el apoyo a los productores de fruta orgánica en Argentina, de los grupos de mujeres en áreas rurales de India y el fomento de las microfinanzas de México a Madagascar, entre cientos de proyectos más. También forman parte del crecimiento de la cadena de productores marfileños de coco y cacao, Ecookim.

Para Irati Cifuentes, de 32 años, socia e inversora de la entidad, la clave para decantarse por la banca ética fue la transparencia: “Aunque no sepas exactamente a qué proyecto va cada céntimo, sabes dónde está. Muchas veces ni nos hacemos la pregunta de qué hacen con mi dinero cuando invierten los bancos convencionales. Y es una falta de comunicación que aquí no existe”. Esta joven, que empezó invirtiendo 200 euros al mes, considera que esta alternativa “debería de ser más conocida”. “Da mucha satisfacción saber que tu inversión tiene una razón social”, cuenta.

Un grupo de productores secando cacao.
Un grupo de productores secando cacao.Philippe Lissac / Godong

Gracias a estos inversores, entre los que además de particulares colaboran organizaciones como la Fundación Anesvad, empeñados en luchar contra las enfermedades tropicales desatendidas en África Subsahariana, cientos de ideas locales se llevan a la práctica. “Lo que buscamos son proyectos con sentido”, explica Jorge Berezo, presidente de Oikocredit Euskadi, “localizamos gente de ahí que haga cosas útiles y que mejore la calidad de vida de sus comunidades, pero que también planteen una lógica de negocio que genere ingresos para que sea sostenible en el tiempo. La banca ética no es lo mismo que la filantropía”. Para Berezo, la cercanía con los proyectos es fundamental. La decisión de qué empresa financiar o qué idea impulsar parte de las oficinas locales de la entidad.

Localizamos gente local que haga cosas útiles y que mejore la calidad de vida de sus comunidades, pero que también planteen una lógica de negocio que genere ingresos para que sea sostenible en el tiempo
Jorge Berezo, presidente de Oikocredit Euskadi

Más de una treintena de departamentos, con sede en los países en los que operan, son los que se encargan de localizar y seleccionar los proyectos que cumplen los requisitos de Oikocredit Euskadi. Una vez tienen el visto bueno, empieza un diálogo, con los que se convierten ahora en socios, con el fin de establecer “relaciones de larga duración”. Yves Komaclo, gerente de inversiones de Oikocredit para África Occidental, es uno de ellos. “Con la inversión garantizamos que los pequeños agricultores de cacao reciban una mayor parte de las ganancias y que sean ellos los que negocien y vendan directamente con los comerciantes internacionales”, explica. “Lo que hacemos es eliminar barreras para que las personas puedan utilizar sus capacidades y que el protagonista del desarrollo sea la propia familia”, añade Berezo. “En los proyectos agrícolas es donde más nos gusta estar. El avance es muy tangible y se genera un sentimiento de orgullo y pertenencia”, dice.

Ecookim es claramente un buen reflejo de ello. En 2014, antes de que recibieran financiación de Oikocredit Euskadi, eran unos 11.000 productores y 46.000 hectáreas cultivadas. En apenas seis años y más de siete millones de euros de inversión y seguimiento, los números casi se triplican. La cooperativa cuenta actualmente con 32.253 agricultores y más de 106.062 hectáreas. Pero hay mucho más allá detrás de esos números. El beneficio también se ha ido traduciendo en iniciativas impulsadas por los propios productores de la cooperativa para impedir el temprano abandono escolar, el trabajo infantil y la formación de los más pequeños. “Hemos creado el programa One child, one future (un niño, un futuro), en el que cada miembro firma un documento en el que se compromete a no incluir a sus hijos en las labores del terreno”, explica Aminata Bamba, gerente de la cadena de suministros y sostenibilidad. Esta iniciativa, con talleres de concienciación y sensibilización también está respaldada por inspecciones sorpresa en las fincas.

El futuro es el horizonte. Y, por eso, los niños son el eje central de este equipo de agricultores. Así, el programa de Un niño, un futuro, se ha traducido en un abanico de becas de estudio que actualmente da cobertura a 800 estudiantes, una red de 27 escuelas construidas a través de los beneficios, paquetes de estudios –uniformes, material y libros– del que se benefician más de 3.000 alumnos y el monitoreo de las zonas de cultivo, para evitar el maltrato y el uso de zonas desérticas.

“Esto nos ha permitido cerrar tratos con las grandes distribuidoras en tiempos mucho más largos. Podemos predecir las ventas, cosa que antes era imposible”, explica Mamadou Bamba mediante una videollamada. “Trabajamos para nosotros y para nuestra gente”.

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