El viaje de Merhawit para huir de la violencia en Tigray
El conflicto civil que dura ya cinco meses en Etiopía obliga a más de un millón de personas a dejar atrás su hogar y su vida. Un portavoz de Unicef denuncia la dramática situación que viven mujeres y niños, principales víctimas de violencia sexual
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Parece perdida y ansiosa. Merhawit, de 16 años, tamborilea sus dedos entre decenas de mujeres y sus bebés en un centro de salud a 100 kilómetros de Mekelle, capital de Tigray (región en el norte de Etiopía). Cada persona aquí busca algún tipo de ayuda. Un conflicto civil brutal, que dura ya cinco meses, ha llevado a más de un millón de personas a huir de sus hogares, obligándoles a dejar atrás sus medios de vida y su esperanza. En medio de los enfrentamientos, que han dejado a las familias dispersas y a los servicios sociales luchando por hacer frente a la situación, cada día hay más niños desplazados como Merhawit en este lugar desesperado.
Su padre y su hermano mayor sufrieron amputaciones en los combates en la árida región oeste de Tigray. Merhawit, sus cuatro hermanos y su madre cogieron unas pocas pertenencias y huyeron. “Empezamos a andar cuando empezó la guerra”, cuenta. “Había muchos disparos, así que cargué a mi hermano bebé a la espalda y caminé. Pensé que nunca pararíamos”. Merhawit recorrió 300 aterradores kilómetros, desde su casa hasta casi la frontera con Sudán. “Dormimos en arbustos y mendigamos por comida”, recuerda. Se encoge y se sienta: “Vi muchos cadáveres por el camino”. Los ojos de Merhawit se llenan de lágrimas.
Aunque se alcance la relativa seguridad del centro de atención sanitaria, sigue habiendo recordatorios de que los combates continúan. Un quirófano que abrió justo seis meses antes de que empezara el conflicto, ha sido destrozado y saqueado. Las máquinas de rayos X y los colchones de los pacientes han desaparecido. Han robado parte del techo. Las camillas y las incubadoras han sido destrozadas y dadas la vuelta. Para Merhawit es una destrucción irracional. Un doctor del centro, Glher, está de acuerdo: “No había razón para que los grupos armados vinieran aquí”, asegura. “Vinieron par vandalizar y saquear”.
Había muchos disparos, así que cargué a mi hermano bebé a la espalda y caminé. Pensé que nunca pararíamosMerhawit, joven desplazada de 16 años
Según las evaluaciones realizadas a finales de febrero, la violencia y saqueos han dejado el 60% de las instalaciones de los centros de atención sanitaria de la región inoperativas. Más de la mitad de los pozos en las 13 ciudades analizadas no funcionan, y la cuarta parte de las escuelas de la región están dañadas.
El conflicto también está marcado por la violencia sexual contra las mujeres y los niños. Escuché historias traumáticas de los supervivientes, algunos de tan solo 14 años. Escuché historias de violaciones en grupo. El nivel de crueldad que me describieron de estos ataques era abrumador. Este año, entre el 1 de enero y el 16 de abril, solo uno de los centros que apoya Unicef recibió de media tres casos de violencia de género al día.
Entre todo este caos, Unicef continúa ayudando. A finales de marzo, la organización había enviado 1.000 toneladas de ayuda, desde kits de emergencia con medicamento hasta tiendas de campaña, artículos nutricionales o materiales de educación. Además, está dando apoyo con agua para beber, cocinar y lavarse a más de 640.000 personas desplazadas, refugiadas y de las comunidades de acogida. Decenas de valientes sanitarios está dando apoyo de emergencia, desde la atención prenatal hasta el tratamiento contra la desnutrición.
El conflicto también está marcado por la violencia sexual contra las mujeres y los niños. Escuché historias traumáticas de los supervivientes, algunos de tan solo 14 añosJames Elder, portavoz de Unicef
A los supervivientes de la violencia sexual se les da asistencia médica, apoyo psicológico y kits de dignidad. Se les atiende en un centro apoyado por Unicef, que también ayudó a los aliados a enviar a más de 160 trabajadores sociales para atender a los niños más vulnerables, incluidos los que están no acompañados y separados de sus familias.
Todos trabajan sin descanso para llegar a los niños y familias de las zonas más remotas, seis días a la semana. El séptimo reabastecen los suministros.
Pero nadie niega que se necesita mucho más. Merhawit tiene hambre y gran parte del apoyo que recibe proviene de la comunidad local. Recuerda que en su viaje un extraño le dio un par de pendientes en forma de corazón. Pero su tristeza silencia el brillo de ese regalo. Lo que más quiere ahora es a su padre. “Me voy a dormir cada noche pensando que él estará ahí por la mañana y que podremos volver a casa”. Merhawit no ha visto a su padre y a su hermano desde que huyó con el resto de la familia. Están muy lejos de casa.
James Elder es portavoz de Unicef.
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