La pandemia que no cesa: las muertes por malaria descienden a su mínimo en 20 años, pero no el número de casos
El informe anual de la Organización Mundial de la Salud repasa dos décadas de progresos en la lucha contra el paludismo: aunque se han evitado 7,6 millones de decesos, no se van a lograr los objetivos previstos para 2030
El año 2019 cerró con un mínimo histórico en el número de muertes anuales por malaria: 409.000 personas perdieron la vida por esta enfermedad endémica en buena parte del mundo. Los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que publica este lunes su informe anual al respecto, realiza un balance agridulce de dos décadas de lucha contra esta enfermedad transmitida por mosquitos que es curable, pero también mortal si no se trata.
La buena noticia es que se ha logrado una marcada reducción en la incidencia y en la mortalidad: se han evitado hasta 1.500 millones de infecciones y 7,6 millones de muertes desde el año 2000. Pero ahora más que nunca también se vive un estancamiento que no va a salir gratuito: de momento, ya es seguro que los objetivos marcados para acabar con el paludismo en el año 2030 por las Naciones Unidas no se van a cumplir. “Durante estos 20 años hemos reducido casi el 30% la incidencia mundial de malaria. Pero, también, el progreso en los últimos cinco años se ha ralentizado, con un descenso de poco menos del 2% en los casos entre 2015 y 2019″, ha explicado el doctor Pedro Alonso, director de la Estrategia Mundial contra la Malaria de la OMS, durante una rueda de prensa virtual celebrada el pasado 26 de noviembre.
Las buenas noticias pasan porque, en general, se observan progresos constantes en todos los campos: la tasa de incidencia de casos por cada mil habitantes en riesgo se ha reducido de 80 en el año 2000 a 57 en 2019, igual que el número total de contagiados: de 238 millones de hace dos décadas a los 229 millones de ahora. También las muertes bajaron casi la mitad: de 736.000 en 2000 a 407.000 en 2019. Hay que tener en cuenta que este descenso se ha producido a pesar de que, al mismo tiempo, la población de la región donde hay más carga de la enfermedad de todo el mundo (el 90%) iba aumentando progresivamente. Se trata de África subsahariana, que hace 20 años tenía 665 millones de habitantes y ahora cuenta con más de mil millones. Aquí también es donde se concentran la gran mayoría de infecciones y muertes evitadas en las últimas dos décadas: un 82% y un 94% respectivamente.
Estos resultados se han dado en todas las regiones del mundo, sobre todo en Europa, donde la malaria no existe desde 2015. Además, en los últimos 20 años hay 21 países que se han declarado libres de la enfermedad (han certificado tres años consecutivos sin infecciones): los últimos son China, que lo acaba de solicitar, y El Salvador, que se ha convertido en el primer país de América Central que lo consigue. Otros 27 Estados han logrado tener menos de cien casos autóctonos, un indicador fuerte de que eliminar definitivamente el paludismo es posible. A estas novedades se suman los recientes descubrimientos sobre los resultados de una década plantando batalla a la resistencia a los medicamentos antipalúdicos en la subregión del Gran Mekong, en el sureste de Asia, una preocupación constante para la OMS, pero que hace una semana informó de importantes avances gracias a la disponibilidad de fármacos eficaces y a las labores de prevención.
Una batalla lejos de terminar
Los esperanzadores datos resultaron en que en el año 2015 se lograra una de las metas contempladas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2000 de la ONU: detener y comenzar a revertir la incidencia mundial de la malaria. Al calor de este éxito, se aprobó una nueva estrategia para reducir las infecciones y las muertes en al menos un 90%, eliminar la enfermedad en 35 países y evitar que resurja en aquellos donde ya no existe como fecha límite en 2030. Pero, pese a los notables progresos realizados, la malaria volvió a ganar terreno en muchos países hasta el punto de que, en 2017, con más de 200 millones de afectados y 435.000 muertos, la OMS advirtió que se había llegado a un punto de inflexión y, según sus proyecciones, no se iban a alcanzar esos objetivos.
Para reactivar los esfuerzos, la OMS y la Alianza RBM Partnership (con más de 500 socios internacionales) dieron el protagonismo de la lucha contra la enfermedad a los 11 países más endémicos mediante una estrategia que contempla acciones personalizadas para cada uno de los Estados. Tras dos años de trabajo, los primeros indicadores muestran que el número total de casos en estos 11 países aumentó ligeramente de 155 millones en 2018 a 156 millones en 2019, sobre todo en Nigeria y República Democrática del Congo. Pero también que en dos países muy endémicos, India y Mali, hubo descensos. Y las muertes, esas sí, se han reducido en todos los países. “Los datos y la inteligencia locales son vitales para impulsar soluciones adaptadas localmente. El progreso también se puede acelerar intensificando el liderazgo político, fortaleciendo la vigilancia de la malaria, asegurando la equidad y el acceso a la calidad de los servicios y adoptando la innovación”, ha advertido el doctor Alonso.
El impacto de la covid-19
En 2020, la pandemia mundial de covid-19 ha surgido como un serio desafío adicional para las respuestas a la malaria en todo el mundo, pues las medidas para evitar la propagación del virus podían provocar interrupciones importantes en los servicios esenciales de prevención, diagnóstico y tratamiento.
En los primeros meses de la pandemia, la OMS lanzó un llamamiento para pedir que se redoblaran los esfuerzos y, atendiendo a esto, muchos países endémicos implementaron nuevas formas para poder seguir desarrollando sus campañas de reparto de mosquiteras impregnadas con insecticida. Ahora, el informe de la OMS indica que la mayoría han avanzado en 2020 sin grandes retrasos. Los 31 países (25 en África) que habían planificado este tipo de acción en 2020 tienen como objetivo completarlas para finales de año y a 23 de noviembre de 2020, se habían distribuido 105 millones de los 222 millones de mosquiteras previstas. De los 47 países que habían planificado acciones de fumigación contra el mosquito, 36 prevén finalizarlas a finales de año. “Hemos sufrido un aumento de la mortalidad debido a la interrupción de los servicios, pero mucho menos de lo que podríamos haber anticipado”, ha estimado Alonso.
Sin embargo, a la OMS le preocupa una pérdida adicional de vidas a causa de las disrupciones por la pandemia. Según los cálculos de la organización, una interrupción del 10% en el acceso a un tratamiento antipalúdico en África subsahariana puede provocar 19.000 muertes más. Si esa interrupción es del 25% o del 50% en la región, se puede llegar a 46.000 y 100.000 muertes adicionales respectivamente. “La covid-19 amenaza con descarrilar aún más nuestros esfuerzos para superar la malaria, particularmente en el tratamiento a los enfermos. A pesar del impacto de la covid-19 en África, los socios internacionales y los países deben hacer más para garantizar que lleguen los recursos suficientes para expandir los programas de prevención”, ha solicitado la doctora Matshidiso Moeti, directora regional de la OMS para África.
El eterno problema de la financiación
A pesar del fuerte aumento de la financiación para la lucha contra la malaria que se produjo desde el año 2000, en los últimos años este apoyo se ha estancado y hoy la OMS avisa de que los fondos para acabar con la enfermedad son insuficientes. "La financiación insuficiente tanto a nivel internacional como nacional plantea una amenaza significativa para el progreso futuro", ha aseverado Pedro Alonso, director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS. Según el informe publicado este lunes, se destinó un total de tres mil millones de dólares en 2019, una cifra por debajo de los 5.600 millones de dólares requeridos en la estrategia mundial contra el paludismo. Las contribuciones más elevadas provinieron del Gobierno de los Estados Unidos con 1.100 millones de dólares o el 35% del total, que es más del 31% (900 millones de dólares) que han aportado juntos los Gobiernos de todos los países endémicos. Los siguientes financiadores han sido Reino Unido (200 millones de dólares), Alemania, Francia y Japón, que contribuyeron cada uno con 100 millones de dólares. La Unión Europea, por su parte, aportó un 2% de los fondos, la misma cantidad que la Fundación Bill & Melinda Gates.
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