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columna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las personas una a una

¿De qué pozo ciego han salido tantos progresistas rijosos, babosos, depredadores?

Recuerdo un día ya lejano en que mientras estaba escribiendo dejé en el cenicero rebosante de colillas la mitad de un cigarrillo encendido. De pronto me di cuenta de que tenía otro cigarrillo, también encendido, humeando en los labios. Me estaba fumando dos cigarrillos a la vez. Ese día decidí dejar de fumar al comprobar que el tabaco dirigía mi inconsciente y mandaba mucho más que yo. Un pestilente olor a humo frío se había apoderado de toda la casa, del interior del coche, de la piel entera de mi cuerpo. Pensé que mis pulmones también estarían abrasados puesto que los tenía sometidos a dos cajetillas diarias de Marlboro. Esa sensación de estar totalmente intoxicado es parecida a la que siento después de oír la degradación sistemática de la política española en las noticias por la radio, de seguir las tertulias de varios canales de televisión todas poseídas por los mismos gritos que porfían por ver quién acarrea más basura de uno y otro bando a la superficie hasta lograr que la atmósfera sea irrespirable. La derecha ataca al Gobierno por tierra, mar y aire, y el Gobierno no cesa de dar motivos para perder ese combate. ¿De qué pozo ciego han salido tantos progresistas rijosos, babosos, depredadores? ¿Queda todavía algún político decente que no esté pringado? ¿Cesará de una vez ese sucio manantial de escándalos del partido socialista? He tenido que cortar por lo sano como hice con el tabaco para evitar que la depresión me cause un vuelco ideológico irreversible. Hace tiempo que dejé de creer en la superioridad moral de la izquierda después de descubrir que muchos la han usado como una coartada para envolver sus latrocinios, su machismo, sus bellaquerías. No solo la extrema derecha nos lleva al reinado del mono, también la izquierda, según se ve, está sometida a unos instintos primarios. Hoy ya no sabes a quién das la mano, por eso hace tiempo que juzgo a las personas una a una, no por lo que dice sino por lo que hace. Se acabaron los sueños. Es como quitarse del tabaco.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.
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