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Columna
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Me pido perdón

Voy a perderme el último concierto de Joaquín Sabina y lo siento

El próximo domingo, día 30 de noviembre, estaré en México y pediré perdón. Me pediré perdón a mí mismo por no compartir con Joaquín Sabina el último concierto en su gira de despedida. La Feria del Libro de Guadalajara, la más importante de la lengua española, se dedicará en esta ocasión a Barcelona para destacar la importancia de la ciudad y de España en la cultura contemporánea. Me hará ilusión estar allí, en el país hermano, pero confieso que sería más feliz compartiendo con Joaquín su último concierto. Y no es que no sepa lo que va a ocurrir, porque ya he tenido la oportunidad de asistir a tres en esta gira. Cuando fui a uno de ellos, Joaquín preguntó: ¿qué número hace? Y como le respondieron, con intención sabinera, que el 69, afirmó con una sonrisa: entonces todo va a salir bien. Poco después, miles de personas coreaban sus canciones.

La poesía tiene mucho que ver con la soledad. Uno intenta ser honesto, precisar el adjetivo o el verbo, comprometerse en cada palabra con la propia conciencia. Y cuando la amistad se hace íntima, llega a parecer que las canciones, los poemas y las historias del otro forman parte de la propia soledad en un círculo reducido. Después de su exilio londinense, tuve la suerte de conocer a Joaquín hace más de 40 años, cuando volvió a Granada, la ciudad en la que había estudiado y se había hecho poeta. Desde entonces hemos compartido libros, naufragios, amores, veranos en la Bahía de Cádiz y también inviernos fríos en cada uno de nuestros corazones. Así que puedo caer en la tentación de confundir a Joaquín con un tesoro personal. Por eso, cuando veo que se llena el Movistar Arena y miles de personas corean emocionadas sus canciones, siento la convicción de que detrás de las soledades hay un nosotros que mantiene todavía el derecho a la melancolía y a la esperanza compartida. En México me pediré perdón a mí mismo para mudarme después al barrio de la alegría.

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