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Cartas al Director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las mujeres y niñas afganas

Las lectoras y los lectores escriben sobre la represión a la educación de las mujeres, la investigación sobre “safaris humanos” durante el sitio de Sarajevo y las actitudes ante la inmigración

Mujeres Afganistan

Mi madre nació en un pueblo de la ribera de Navarra en 1942, tierra de agricultores. Era una niña inquieta, pero cuando cumplió 15 o 16 años (no tengo clara la edad exacta, ella no lo recuerda ya) sus padres decidieron que dejara de estudiar. Una de las monjas que llevaba la escuela fue a hablar con mi yaya, pero no lo consiguió. Mi madre fue educada para ser ama de casa. Y así transcurrió su vida. Siendo ella como era, llegó a la excelencia, a pesar de su frustración, y educó a su hija para que jamás fuese como ella. “Estudia hija, estudia. Sé independiente. No dependas jamás de un hombre”. Gracias a mujeres como ella, las mujeres de hoy hemos podido pensar en nuestro propósito de vida y elegir si queremos quedarnos en casa o tener un futuro profesional fuera. Y así educamos a nuestras hijas. Por ello, cuando leo las noticias de Afganistán, se me hiela la sangre. Mujeres y niñas encarceladas en sus casas, atrapadas entre ropajes que muchas veces no dejan ver ni sus ojos, reducidas a receptáculos para engendrar hijos. No pasa en una esquina oculta del mundo. Sucede en el escaparte global, y lo vemos gracias a los pocos que luchan para que su situación no caiga en el olvido. Yo puedo hacer poco y unos pueden hacer mucho. Lo que puedo hacer hoy es traer este tema de vuelta a la agenda y rogar a nuestros políticos para que ayuden a las mujeres y niñas de Afganistán. Sus hijas podían haber tenido la mala suerte de nacer allí.

Laura Urquizu. Barcelona

El horror de los “safaris humanos”

He leído una noticia sobre “safaris humanos”. Gente que en los años noventa decidió irse de vacaciones a Sarajevo a matar gente. “Safaris humanos”: esa palabra ni siquiera entraba en mi cabeza antes de ayer. Yo estuve en Sarajevo hace cuatro veranos. Nos enseñaron exactamente el punto donde se ponían los francotiradores a disparar civiles durante la guerra de Bosnia. Me horrorizó verlo, y ahora me horroriza y me avergüenza pensar que a veces el que disparaba era un rico europeo que pagaba por pasar sus vacaciones matando en una guerra. Si estoy llorando sin consuelo, no quiero imaginarme el que reconozca a un familiar en las imágenes que han salido.

Eva Sierra Vázquez. Las Rozas (Madrid)

Para quienes nos cuidarán

Como sociedad, rechazamos la inmigración —sobre todo la de piel más oscura— y, al mismo tiempo, dependemos de ella para ocupar los trabajos que no queremos pero necesitamos. Es un ventajismo selectivo donde la incoherencia convive con los viejos tintes del racismo que fingimos haber superado. Nos enorgullecemos de los valores del progreso y la igualdad, pero bajo ese barniz reluce la misma servidumbre. Nos gusta proclamar que veneramos a los mayores, pero esa devoción se ha convertido en un cuento sentimental. Denunciamos su abandono, aunque descargamos su cuidado en quienes apenas reconocemos como iguales. Nos jactamos de haber roto las cadenas del vasallaje, pero solo hemos refinado sus formas. Bajo el disfraz de modernidad, perpetuamos la desigualdad con rostro de mujer extranjera. Y mientras ellas cuidan la vida, nosotros seguimos cuidando nuestros prejuicios.

Aitor Joseba Idoyaga. Portugalete (Vizcaya)

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