Materiales
China controla la transformación de minerales raros en productos necesarios para la era de la información, y acabar con ese monopolio es caro y peligroso


En un mercado dominado por los monopolios, a menudo ocurre que la imposibilidad de comprar lo que quieres o necesitas es un incentivo para la innovación, siempre que tengas acceso a los ingredientes adecuados. Cuando EE UU endureció los controles de exportación de chips Nvidia A100 y H100, China impulsó el desarrollo de alternativas propias. Ahí nació DeepSeek, un modelo del lenguaje que presuntamente compite con los grandes modelos estadounidenses pero con una fracción de la demanda energética e inversión mucho menor. Pero si lo que te falta es un tipo de pescado tan radiactivo que tus propias leyes te prohíben lavarlo y desalarlo en tu propia cocina, entonces la solución es más compleja.
El pasado 9 de octubre, el Ministerio de Comercio chino anunció un endurecimiento de los controles de exportación de artículos con trazas de tierras raras o hechos con tecnologías chinas de procesamiento de tierras raras, incluso si se producen en el extranjero. Bajo el nuevo régimen, todos los usos requerirán una licencia del Gobierno, hasta una proporción mínima del 0,1%. Un problema porque, aunque China solo posee el 34% de las reservas planetarias de tierras raras, controla la práctica totalidad de su mercado global.
En los años ochenta, el gobierno chino identificó las tierras raras como uno de los recursos críticos del siglo XXI, y subvencionó fuertemente la extracción y refinado de esos materiales, un proceso altamente complejo y, sobre todo, increíblemente dañino. Gracias a esa inversión inicial, ahora hasta los países más ricos en tierras raras dependen de seis grandes conglomerados estatales chinos para convertir su producto bruto en los ingredientes que necesita el mercado, como imanes, baterías y otros componentes cruciales para la era de la información.
Según un reciente informe sobre el estado actual de minerales críticos en el mercado estadounidense, Australia mina el 50% del litio, Chile el 30% y China solo el 10%, pero China controla totalmente la cadena de suministro porque son sus plantas químicas y metalúrgicas las que convierten el litio en imanes, baterías y chips. Lo mismo ocurre con el cobalto: las minas están en Australia, Indonesia y la República Democrática del Congo, pero China es quien refina el 70% del material.
Cuando Trump contraanunció un aumento del 100 % en los aranceles a China, a las 16.50 del viernes, la Bolsa estaba cerrada y la galleta se la comió la industria de las cripto. Vimos la típica espiral de violencia sin sentido que empieza con un susto, que produce una caída de precios que provoca liquidaciones automáticas, que provoca una retirada coordinada de las instituciones que se supone garantizan su estabilidad. Esa retirada produce nuevas caídas de precios, que activan más liquidaciones automáticas y así hasta que los más listos empiezan a comprar los saldos, mientras que los pequeños traders se encuentran las apps inexplicablemente congeladas o de baja por mantenimiento del servidor. Un mal menor, ahora que todos los implicados son más conscientes de la volatilidad de esa clase de inversiones, y la falta de escrúpulos que caracteriza a las ballenas del sector.
Pero otras consecuencias a largo plazo pueden ser una inversión masiva en la clase de refinería para competir con China, con su previsible legado de aguas residuales llenas de ácidos y metales pesados, materiales radiactivos, polvo metálico y vapores ácidos que pudren los pulmones de mineros y trabajadores, así como la destrucción de ecosistemas locales. Y un endurecimiento del asedio a Venezuela, a cambio de un móvil cada dos años y medio, y una roomba que tropieza siempre en la puerta del baño y hace fotos de lo que pasa en su interior.
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