Algunos hombres buenos
¿Qué posibilidades habría hoy, en cualquier partido, de que prosperaran la cortesía o la concordia?


Las casualidades se reconocen cuando el azar adquiere significado. Por eso hay coincidencias que resultan tan elocuentes. La muerte de Guillermo Fernández Vara no ha supuesto solo la desaparición de un político: tiene algo de fin de época. El destino ha querido que el expresidente extremeño se marchara el mismo año en que también lo hicieron José Enrique Serrano y Javier Lambán. Hubo algo común en todos ellos y sus virtudes compartidas, por desgracia para todos, resultan hoy insólitas.
De los tres hemos escuchado sentidas alabanzas, cumpliendo con el tópico de que en España siempre despedimos a los nuestros entre bellas palabras. Pero en estos tres casos lo relevante no son tanto los elogios como el origen de esas apologías. De estos socialistas han hablado bien sus compañeros, pero también —y de forma unánime— quienes un día fueron sus adversarios. Prueben a imaginar un reflejo semejante con los políticos que ahora se mantienen en activo.
En un tiempo en que las identidades políticas se levantan sobre muros y la disidencia se acusa casi como una falta herética, la muerte de estos tres hombres adquiere el valor de un signo. Murieron, como tantos otros, en un momento en que su tiempo tocaba a su fin y en el que la práctica política se ha empeñado en impugnar la virtud hasta volverla intempestiva.
¿Qué posibilidades habría hoy, en cualquier partido, de que prosperaran la generosidad, la cortesía o la concordia? ¿Qué valor se concedería a un joven que entendiera la discrepancia ideológica como un ejercicio de leal franqueza? ¿A qué político actual se asemejan, en la forma o en el fondo, estos tres hombres? En un mismo año se han marchado, evidenciando, de algún modo, que los suyos ya no son los tiempos de este ahora. En cualquier caso, para bien o para mal, la única certeza que nos concede la ley del tiempo es que todos los ciclos terminan. Y también lo hará el nuestro, por fortuna.
A veces espero con impaciencia que una nueva generación nos arrase y nos demuestre que las cosas pueden hacerse de otra manera. Los años pasarán. Llegará un momento en que tengamos que dejar de odiarnos, y harán falta políticos nuevos de los que puedan predicarse elogios ciertos y serenos. Es posible que aún falte tiempo y que tengamos que hacernos más daño.
No sé si somos las personas quienes construimos las épocas o si son las circunstancias las que nos moldean. Pero da la sensación de que figuras como Serrano, Lambán y Fernández Vara se han marchado justo cuando más falta nos hacían.
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