El compromiso eterno de Guillermo Fernández Vara con su tierra
El expresidente extremeño antepuso sus principios al partido


Al doctor en Medicina y Cirugía, y forense por oposición, Guillermo Fernández Vara la política le atrapó definitivamente desde que su antecesor en la presidencia de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, vio en él la persona idónea para conducir como director general el área de Salud Pública y Consumo. Eso fue hace treinta años. Después consejero de Bienestar Social y, posteriormente, consejero de Sanidad y Consumo, hasta llegar a ser elegido presidente de Extremadura, con un apoyo ciudadano apabullante. Ha estado en la política hasta el último minuto de su existencia. La gestión, el hacer, ha guiado su trayectoria. Sus principios, sus valores los antepuso siempre a la conveniencia política de su partido. Le costó disgustos, bastantes, pero invariablemente sus rupturas nunca fueron irreversibles.
Los encontronazos de Guillermo Fernández Vara, cuyo fallecimiento ha sumido en una honda tristeza a miles de militantes socialistas, siempre fueron a lo grande. Sin estridencias mostraba sus discrepancias abiertamente a quien mandara en su organización. Por supuesto, también al adversario político.
En el enconado proceso de primarias entre Susana Díaz y Pedro Sánchez estuvo con la primera; sin ambages. Al ganador le felicitó y le aseguró que contara con su lealtad, en el bien entendido que el primer lugar de sus desvelos lo ocupaba Extremadura.
Nunca dudó Pedro Sánchez de esa lealtad y siempre quiso contar con él. Nunca tuvo recelos de Vara ni temió que orquestara maniobras en la oscuridad. Tan seguro estaba de su actitud recta como de que le iba a plantar cara sin tapujos si la acción gubernamental entraba en contradicción con los intereses de Extremadura, o con sus principios.
Su reconciliación, con altibajos, con Pedro Sánchez no le granjeó aplausos de quienes, como él, habían estado muy activamente en el combate contra el ganador de las primarias internas y presidente del Gobierno desde 2018. Su concepción de la política, de las controversias internas, de la vida de partido y de la labor de un gobernante, le hacía cerrar capítulos e intentar como médico, también como católico practicante, cerrar heridas. El respeto y lealtad por los presidentes del Gobierno de su partido, sin ocultar sus diferencias, ha sido otra de sus señas de identidad, ya fuera Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o Pedro Sánchez, a sabiendas de la distancia y diferencias profundas entre ellos.
En 2023 no se escondió al producirse la votación de investidura de Sánchez con partidos a la izquierda del PSOE y con independentistas. “Ha ganado el diálogo, la concordia, el progreso”. La enfermedad no achicó, ya desde la mesa del Senado, su mensaje sobre la utilidad de la política para la inmensa mayoría. No era radical, sino un socialdemócrata clásico, pegado a la realidad de su tierra pero con visión nacional. “Extremadura es mi pasión irrenunciable”, le gustaba señalar, junto al amor por su familia. Quizá esa pasión le llevó a la situación excepcional de quedarse como líder de la oposición cuando la presidencia de la comunidad pasó al PP con José Antonio Monago a la cabeza.
Día a día desde la bancada de la oposición y recorriendo Extremadura, además de ocuparse del partido, Fernández Vara volvió a recuperar la presidencia de la comunidad y reforzar aún más su liderazgo, que nunca estuvo en duda. Nadie le empujó para el paso atrás; él supo cuando había llegado el momento.
Su forma de ser y estar en política le situaba muy cerca de Alfredo Pérez Rubalcaba. “Hasta siempre Alfredo; Se va uno de los más grandes. Gracias por tu vida. Me enseñaste la química de la política y a poner a España siempre por delante”. Esta fue su despedida hace cinco años cuando su amigo falleció. En estas horas sus compañeros también hablan de la grandeza de Fernández Vara durante su trayectoria política. Resaltan sus principios y su humanidad
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