Ensañamiento hasta el final
Netanyahu no ha cesado un minuto el castigo sobre los civiles de Gaza a pesar de haber aceptado el plan de paz de Trump


Desde que hace más de una semana Donald Trump y Benjamín Netanyahu presentaran en Washington lo que denominaron un plan de paz para terminar con la guerra en Gaza, se han multiplicado las reacciones internacionales, las declaraciones de distintos gobiernos y los análisis de expertos desde todos los puntos de vista sobre la viabilidad de esta iniciativa. Incluso han dado comienzo unas conversaciones indirectas entre Israel y la organización islamista Hamás en Egipto. Sin embargo, a pesar de toda esta avalancha de opiniones y posibilidades, hay una realidad incontestable que lamentablemente no ha cambiado en absoluto: decenas de civiles palestinos inocentes han muerto cada día durante estas jornadas de expectativa mundial por las acciones del ejército israelí a las órdenes del primer ministro.
El contador mortal de palestinos asesinados en Gaza se elevaba ayer hasta los 67.183 muertos y 169.841 heridos. Es como si hubieran muerto violentamente en estos dos años aproximadamente todos los habitantes de la ciudad de Zamora, en España, o Azul, en Argentina. Y si el castigo colectivo impuesto a la población civil palestina de la franja de Gaza resulta —tanto por el concepto mismo como por los inhumanos métodos utilizados— totalmente inaceptable, resulta todavía más injustificable que se siga acabando con la vida de quienes nada tienen que ver con el brutal atentado de Hamás de octubre de 2023 cuando todo parece indicar que nos encontramos en vísperas de alcanzar un alto el fuego. La prioridad del acuerdo planteado por Trump era el cese de la violencia a partir de su aceptación. Eso no está sucediendo.
Si gran parte de la comunidad internacional está apoyando el polémico plan de Trump y Netanyahu no es por estar de acuerdo con una hoja de ruta que incluye disparatados puntos como el establecimiento de una especie de protectorado presidido por Trump para el territorio de legítima soberanía palestina de Gaza (cuyo derecho a un Estado propio es además reconocido de forma abrumadora), sino porque existe el consenso general de que el horror debe parar y eso solo es posible mediante la detención inmediata de la guerra.
Está dentro de la lógica negociadora que los beligerantes —en este caso Hamás y el Gobierno de Israel— negocien sobre las condiciones de un alto el fuego y que esta negociación se torne más complicada en la medida en que vaya descendiendo a los detalles de lo que debe suceder después. Sin embargo, escapa a toda lógica que en medio de ese proceso sigan muriendo inocentes que han logrado sobrevivir a dos años de inferno. Se trata de un ensañamiento sin otra explicación que la voluntad de causar el máximo daño mientras sea posible. Un comportamiento incompatible con un mínimo proceder civilizado. Otra anotación en el ya inabarcable debe de Netanyahu.
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