Ante las injusticias, siempre hay margen de acción
Los lectores y las lectoras escriben sobre la compasión, la xenofobia de Vox, la cultura del esfuerzo y las consecuencias del turismo

Un grupo de profesionales del ámbito de la Bioética hemos solicitado a la Real Academia Española que revise la definición de compasión. Creemos que no debe reducirse a la pena o la lástima, sino entenderse como “el reconocimiento del sufrimiento que mueve a procurar aliviarlo”. Ese matiz no es menor: es esencial. Frente al inmenso dolor del pueblo palestino, quienes no tenemos poder político ni militar sí podemos firmar propuestas, participar en manifestaciones pacíficas o difundir información veraz. Pequeñas acciones que, sumadas, tienen valor. Esos millones de gestos compasivos pueden convertirse en una fuerza de cambio. Y, sobre todo, pueden ofrecer a las víctimas el alivio de saber que no están solas ni olvidadas.
Carmen Martínez González. Madrid
Extranjeros y Vox
Por motivos laborales de sus padres, mi nieta Elena nació en Londres. Por ello es una de los 2,5 millones de españoles nacidos en el extranjero. Regresada a España antes de cumplir un año tiene DNI, sanidad y educación gratuita, derecho a beca, es decir, disfruta del Estado del bienestar. Para el señor Figaredo y los políticos de Vox, ¿es mi nieta extranjera? ¿Supone una amenaza para los servicios públicos? ¿Agrava los problemas fiscales del Estado del bienestar? Que me saquen de dudas, por favor.
Miguel Gabarrón Segarra. Málaga
Exceso de cinismo
Últimamente se escucha mucho que el esfuerzo es la clave del éxito. Pero lo cierto es que muchos se han esforzado toda la vida y siguen atrapados en empleos mal pagados, con horarios absurdos y contratos que finalizan antes que un partido de tenis de Alcaraz. Quizás el problema no es la falta de esfuerzo, sino el exceso de cinismo. Este discurso enaltece un modelo agotador: “trabaja más, sufre más, quizás algún día ganes más”, como si todos fuéramos —o quisiéramos ser— emprendedores de un imperio. Niega que haya trabajos rutinarios que sirven como medio de vida. Esa cultura del esfuerzo —tal y como algunos la entienden— acepta el desgaste emocional como mérito, la fatiga como prueba de valor. Reivindicar trabajar menos no es vagancia. Es dignidad. Es no aceptar una vida entera en modo productividad. No queremos ser héroes del esfuerzo. Queremos tiempo, salud y futuro.
Neus Martínez Navarro. Valencia
El despojo de un pueblo
Soy de La Cala Del Moral, un pueblo malagueño, que en las últimas décadas, se ha convertido en un pueblo dormitorio de la ciudad de Málaga y ha aumentado notablemente su población. Ya hace tiempo que los habitantes asumimos que La Cala ya no es para los caleños. Años atrás, el Ayuntamiento taló todas las moreras que le otorgaban su peculiar nombre —del Moral—para poner palmeras. Ahora existe un proyecto para construir un embarcadero en un enclave donde aún queda vida marina. Ya no hay conchas en la playa, no hay caracolas como cuando era pequeña. ¿Pueden los responsables políticos dejar algún centímetro de la costa malagueña en paz?
María Ortega Martínez. Málaga
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