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RED DE REDES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Charlie Kirk: el humor negro frente a la hagiografía

Los chistes macabros son una constante tras una tragedia y en ocasiones sirven para expresar lo que algunos temen decir en voz alta

El vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, presentó un episodio del 'podcast' de Charlie Kirk tras el asesinato del 'influencer'.
Jaime Rubio Hancock

“Queridos progres, si las armas son tan malas, ¿por qué estoy muerto?”. Este es uno de los muchos memes de humor negro que se han compartido estos días en redes sociales sobre el asesinato de Charlie Kirk. Por supuesto, a mucha gente no le parecerá de buen gusto ni respetuoso, pero el humor macabro tras una tragedia es una constante. Lo ha habido tras asesinatos, atentados y accidentes, y las redes sociales lo único que han hecho es acelerar los ciclos y facilitar que esas ocurrencias no mueran en la barra de un bar.

Uno de los primeros casos estudiados fue el del accidente del transbordador Challenger en 1986, en el que murieron siete astronautas. El antropólogo Elliott Oring escribía a partir de este caso que los chistes a menudo funcionan como “mecanismo para lidiar con la tragedia y para distanciarse del desastre”. Pero aquí hay algo más, explicaba: los medios obviaron los aspectos más crudos del desastre y, sobre todo, intentaron definir cuál era la forma correcta de sentirse y de lidiar con lo ocurrido, lo que incluyó a presentadores de noticias recitando poemas. La reacción del público fue usar los chistes como una herramienta para tocar un tema que se convirtió en tabú porque el humor se usa a menudo para jugar a decir lo que parece que no se debe decir.

Los chistes aparecieron poco después del accidente, incluyendo un acrónimo de la NASA (Need Another Seven Astronauts, Necesitamos Otros Siete Astronautas) y las últimas palabras de Christa McAuliffe, profesora de secundaria invitada en el vuelo (“¿para qué sirve este botón?”). Algo similar ha ocurrido en casi cada tragedia, desde la muerte de Lady Di a la pandemia, pasando por los atentados del 11-S.

Por supuesto, que el humor surja como respuesta colectiva a un mensaje hegemónico no significa que a todo el mundo le haga gracia: Oring recoge también las respuestas airadas a los chistes sobre el Challenger y el sociólogo Christie Davies escribió sobre cómo en Estados Unidos surgió un ciclo de chistes patrióticos sobre y contra Osama Bin Laden, incluyendo un falso discurso de George W. Bush que amenazaba con convertir Afganistán en “una enorme caja de arena para gatos”.

Y si todo esto ocurrió con el Challenger y el 11-S, ¿cómo no iba a pasar algo parecido con Charlie Kirk? Tanto los seguidores del influencer como muchos medios y periodistas, sobre todo en Estados Unidos, se han empeñado en mostrar únicamente su faceta de debatidor incansable, obviando la cara más discutible de su legado: la de una persona que animaba a denunciar a profesores universitarios con los que no estaba de acuerdo y que contribuyó a la insurrección del 6 de enero de 2021. También defendió posiciones racistas, homófobas y xenófobas, por mucho que sus seguidores se empeñen en asegurar que las decenas de declaraciones que se comparten en redes están todas fuera de contexto.

Los chistes sobre el asesinato de Kirk han desafiado la caza de brujas emprendida por muchos de sus fans, que se han dedicado a recopilar miles de publicaciones que critican o simplemente reproducen las declaraciones del influencer. Esta campaña censora ha provocado despidos, incluido el de una columnista del Washington Post, Karen Attiah. O, como decía un titular del medio satírico The Onion: “Últimas noticias: tú serás despedido por leer este titular sobre Charlie Kirk”.

Nada de esto justifica ningún crimen ni ninguna agresión. Solo ayuda a entender que haya gente que recurra al humor negro para expresar sorpresa ante la disparidad entre muchos titulares y el debate público sobre la figura de Kirk, cuya muerte amenaza con convertirse en un pretexto para la represión política en Estados Unidos. O, como decía, ya en serio, el reverendo Howard-John Wesley en un vídeo compartido miles de veces estos días, “la forma en que mueres no redime la forma en que viviste”. Y es en este hueco entre lo que fue la vida de Kirk y el relato de su asesinato donde se cuela el humor negro, que puede parecernos poco o nada agradable, pero que desde luego no debería sorprendernos.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Redactor en Ideas y columnista en Red de redes. Antes fue el editor de boletines, ayudó a lanzar EL PAÍS Exprés y pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', y de las novelas 'El informe Penkse' y 'Sitges'.
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