Palestina, razón de Estado de la UE
La suspensión del acuerdo de asociación con Israel es un paso justo ante los crímenes del Gobierno de Netanyahu en Gaza y Cisjordania


Si la Unión Europea quiere ser estratégica, tal como se propone Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión, debe eliminar con urgencia el doble rasero que la conduce a tratar con benevolencia los crímenes de los aliados, como Israel, y con rigor los de los adversarios, como Rusia. Es una cuestión que no afecta sólo a la coherencia moral, sino que corroe la credibilidad y el prestigio europeos, y en consecuencia la solidez de sus alianzas. Atañe a la seguridad, como se demuestra en la debilidad de los argumentos europeos en defensa de Ucrania y contra el expansionismo de Putin, que pueden ser rechazados por hipócritas por el llamado Sur Global. La impasibilidad de Bruselas ante la matanza de Gaza, como el estatus privilegiado de Israel como socio preferente de la UE, es una contradicción que solo favorece a Putin.
Durante el discurso sobre el estado de la Unión, la presidenta de la Comisión esbozó un giro trascendental respecto a las relaciones con Israel. No es todavía un gesto rotundo, sino una mera declaración de intenciones, que demanda rápidamente hechos concretos ante la limpieza étnica de Gaza y Cisjordania. Por primera vez, la UE se plantea la posibilidad de revisar las relaciones comerciales con Israel en función de los tratados y convenciones internacionales, de obligado cumplimiento según el Acuerdo de Asociación europeo. Exactamente lo mismo que sucede con cualquier otro país asociado.
Con el endurecimiento de la posición europea ante Netanyahu, Von der Leyen busca una cierta compensación ante las críticas suscitadas por el acuerdo comercial sobre aranceles firmado con Donald Trump. La presidenta lo ha defendido con el argumento del mal menor, pero este es inservible para justificar la pasividad y la inhibición exhibidas hasta ahora ante las vulneraciones del derecho internacional por el Gobierno israelí. Solo faltaba el bombardeo sobre los negociadores de Hamás en territorio de Qatar, un país amigo y mediador en el conflicto, en rotundo desprecio de los principios jurídicos más elementales que están en la base de las relaciones internacionales y especialmente de la construcción europea.
Europa siempre suele moverse despacio y esta Comisión, la más decantada a la derecha de su historia, no iba a ser la excepción. No es un giro brusco, sino un movimiento de retaguardia, después del acelerón dado por Francia y el Reino Unido para el reconocimiento del Estado palestino este mismo septiembre ante Naciones Unidas. Responde también a la conmoción mundial que está produciendo el sufrimiento indecible de los gazatíes y la enorme incertidumbre sobre su futuro, una vez destruida toda la Franja y expulsada la población en dirección a un pequeño enclave. El mundo —y sobre todo Europa— no quiere permanecer cruzado de brazos e indiferente ante acontecimientos que recuerdan a la tragedia imperdonable que se produjo hace 80 años con los judíos de Europa.
La seguridad de Israel y su pervivencia como Estado soberano forman parte de los valores fundacionales de las instituciones del continente donde se perpetró el Holocausto. Si es parte de la razón de Estado de Alemania, según acertada fórmula acuñada por Angela Merkel, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano en paz y seguridad junto al Estado de Israel también debe convertirse urgentemente en razón de Estado para la Unión Europea. El respaldo dado este jueves por el Parlamento Europeo a la propuesta de Von der Leyen de suspender el acuerdo de colaboración con Israel es un paso en esa dirección.
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