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Columna
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Las universidades y la dictadura de los millonarios

Privatizar el conocimiento es uno de los sellos distintivos de las comunidades gobernadas por un neoliberalismo que entiende la libertad como la ley del más fuerte

Concentración de estudiantes, profesores y miembros de la comunidad universitaria de Harvard, el pasado 17 de abril, en Cambridge, Massachusetts (EE UU).

Cuando la realidad se agita, en medio del malestar, surge también la posibilidad de entender lo que está en juego por debajo de las tensiones superficiales. Quitemos la corteza y en el meollo entremos, aconsejó Gonzalo de Berceo. Desde que la cultura salió de los monasterios y pasó a las ciudades, la Universidad ha supuesto un ámbito de independencia cultural, aunque siempre tuvo que someterse a los vaivenes de la realidad política. En la actualidad, los vaivenes son muchos. La enseñanza pública es una de las raíces más profundas de la democracia social, un espacio que cultiva la igualdad del conocimiento y las posibilidades de futuro. De ahí que sea castigada por la democracia neoliberal, más partidaria de las élites y de los privilegios. Favorecer la enseñanza privada frente a la pública, privatizar el conocimiento, es uno de los sellos distintivos de las comunidades gobernadas por un neoliberalismo que entiende la libertad como la ley del más fuerte.

Los tiempos se están acelerando. El neoliberalismo democrático actuaba con lentitud, dejaba que la cultura volviese a sus nuevos monasterios del saber, las multinacionales y las oficinas de élite. Dejaba que las cátedras poco a poco se sometieran al mundo de los negocios. Los estudios humanísticos empezaron a sobrar, porque la conciencia crítica nunca fue una buena aliada de los privilegios. Pero las cosas se aceleran cuando el neoliberalismo desemboca en una descarada dictadura de los millonarios. El poder de las dictaduras cancela la libertad, persigue la disidencia. Las dictaduras tradicionales llenan las cárceles de perseguidos y las fronteras de exiliados. La nueva dictadura de los millonarios ha empezado por los recortes, el entorpecimiento de subvenciones y los enfrentamientos con el que se atreven a pensar. Las nuevas élites de EE UU dedican mucho tiempo a pensar cómo conseguir que la gente no tenga tiempo para pensar.

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