Lo que se recuerde de ti
No, no hay que dejar la consulta médica y hacerse borracho para pasar a la historia, pero siempre hay algo fulgurante y azaroso en el camino a la posteridad


Vista Wyatt Earp y la guerra de los cowboys, riguroso trabajo sobre el tiroteo más famoso de la historia del Oeste americano, el de O.K. Corral. El documental, disponible en Netflix, ocupa un espacio que, desde Tombstone, llega a los centros de poder de Washington y Londres (J.P. Morgan mediante) y advierte de que ese tiroteo, que duró un puñado de segundos, estuvo a punto de embarrancar la historia de Estados Unidos. Pero, pese a Wyatt Earp y su figura épica, hay que fijarse otra vez, como hace 30 años en la película de Costner, en Doc Holliday, amigo del héroe. Holliday representa avant la lettre muchas de las particularidades del sueño americano cuando este era posible, pero al revés. John Henry Holliday no nació en el Oeste sino en el Este, estudió la carrera de cirujano dentista en la Universidad de Pensilvania y montó una próspera clínica dental en Atlanta hacia 1870. Fue premiado en varios congresos. No hay, claro, imágenes de aquella época, pero el docudrama lo recrea con un paciente en una limpia y hermosa consulta, aseado, explicando asuntos médicos a un elegante paciente en una civilización asentada. Al joven y prometedor médico le diagnosticaron una tuberculosis, y decidió mudarse al suroeste de los Estados Unidos para obtener ventajas de un mejor clima y vivir más años. Se hizo jugador de cartas para ganar dinero y un pistolero rapidísimo al que atribuyen entre tres y siete cadáveres, además de verse envuelto en el tiroteo de O.K. Corral. También se enganchó a la botella. Salvó la vida de Wyatt Earp sin saber quién era y se hicieron amigos. Se han escrito sobre él biografías y su personaje es asiduo en series y películas. No, no hay que dejar la consulta médica y hacerse borracho para pasar a la historia, pero sí hay algo fulgurante en ese trayecto a la posteridad: como tahúr y pistolero, en el corazón de un lugar y un tiempo propenso a la fabricación de leyendas, valores como el coraje o la lealtad, y virtudes como el instinto de supervivencia, tienen un acomodo más explosivo en territorios de moral ambigua, con la civilización a medio hacer. Cuando lo que se recuerde de ti sea aquello que los demás vieron o interpretaron.
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