La nueva izquierda, como la vieja Iglesia
¿Será que los que nos daban lecciones tenían tanta ranciedad e hipocresía como la vieja casta?

La Iglesia encontró durante décadas la excusa perfecta para no llevar a los tribunales a sus abusadores sexuales: su lascivia y sus violaciones formaban parte del ámbito del pecado, no del delito. El confesionario era el territorio de su tratamiento y el traslado de colegio en colegio, la terapia recetada para acallar las denuncias. A la jerarquía católica no le importó someter a nuevos niños a los mismos seres depravados que habían abusado de otros. El riesgo valía la pena para evitar el escándalo.
Hoy, la actitud de los partidos de la nueva izquierda recuerda a la de la vieja Iglesia. No existe la categoría del pecado en política, pero las investigaciones internas que se abrieron en Podemos o Sumar ante los casos de Monedero y Errejón se parecen bastante a las celosías del confesionario. El partido del que Monedero fue cofundador recibió las primeras denuncias contra él en 2016. Dos mujeres habían sido víctimas de un “episodio grave”, según relata Eldiario.es, cuyas fuentes hablan del propósito de discreción y de no hacer ruido que tuvo la cúpula. Monedero ya había renunciado a sus cargos, pero siguió muy implicado en el partido. Hoy sabemos que las denuncias y rumores de violencia sexual eran conocidos y que se aireaban de tanto en tanto. En la Complutense llegó a haber pintadas.
Algo similar ocurrió con Íñigo Errejón, al que Yolanda Díaz mantuvo como candidato de Sumar en las generales de 2023 a pesar de haber recibido las primeras informaciones sobre tocamientos, aunque desapareciera el tuit que las inició.
La violencia sexual de muchos sacerdotes quedó impune en España, perdida entre sotanas. La que presuntamente han ejercido líderes como Monedero o Errejón también ha pasado un tiempo en la misma niebla espesa mientras seguían disfrutando de su poder. La brillante serie Querer nos ha enseñado la distancia entre la verdad judicial y la de una víctima que no tiene moratones, pero que ha sido amedrentada, abusada y violentada. Es estremecedor comprobar que, en la nueva política de izquierda, la que abanderó Podemos y siguieron Más Madrid o Sumar, las víctimas no encontraron mucho más crédito y reparación que la que encuentran muchas mujeres violadas ante la justicia esquiva o muchachos abusados por miembros de la Iglesia. ¿O será que esa nueva política, la que nos daba lecciones y abría tantos caminos para la igualdad y el consentimiento —que los abrieron— tenía tanta ranciedad e hipocresía como la otra, pero adobada de palabrería? Lamentable.
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