¡Malditas feministas!
La impugnación del orden mundial tiene que ver, al parecer, con haber querido proteger a los más vulnerables


“Empiezas a sentirte un poco incómodo en tu vida y acabas por aspirar al establecimiento de una república islámica”. Palabra de Houellebecq. Respiren, que ya hemos encontrado la causa de todos nuestros problemas. La impugnación del orden mundial, la vulneración del Estado de derecho, el bullying a los estados pequeños, la celebración de la crueldad como espectáculo global y la negación de derechos a los más vulnerables tiene que ver, al parecer, con haber querido proteger a migrantes, personas trans, minorías o mujeres. En lugar de un nuevo “despertar” a las injusticias ignoradas por la izquierda clásica, el wokismo es el culpable del ultranacionalismo y la derecha vengativa.
Lamentémonos de la cultura de la cancelación, la polarización y la crispación mientras llamamos, a lo Pérez-Reverte, “idiotas”, “canallas” y “cantamañanas” a nuestros adversarios. Critiquemos con fervor el afán por imponer una ideología única y el linchamiento de la disidencia mientras fomentamos el mismo clima tóxico que denunciamos de forma burda y simplista. Reconstruyamos un “nosotros” masculino, esa tribu de hombres lúcidos que resiste a la ola de corrección política y contempla con amargura (¡Pobres!) las consecuencias de tanta desmesura. Enfrente, una caterva de mujeres arrogantes (las “chicas crecidas en su poder” que practicamos, según nuestro académico de pelo en pecho, un feminismo de pacotilla) se ha aliado con los nuevos censores de las redes y la joven y zurda militancia para someter a su “morralla ideológica” a tantísimos hombres buenos. No pensemos mal y queramos detectar incomodidad hacia los cambios en las dinámicas de género, como si la irrupción de voces femeninas fuera una amenaza a un orden natural que antes no necesitaba justificación. Afortunados los pertenecientes a esa camaradería masculina iluminada por la lucidez, la independencia y la valentía frente a un entorno tan mediocre. Sintámonos parte de una nueva resistencia heroica y masculina en lugar de ver en tan profundo análisis el lamento condescendiente de quien reduce la política a una batalla cultural entre valientes e idiotas. Los malditos posmodernos de Rawls o Habermas han enloquecido a Occidente desde sus universidades de élite, con su fanfarria sobre la justicia y la ética comunicativa.
La ultraderecha en ascenso es una mera reacción al dogmatismo progresista. Punto. Sus pobres votantes han sido forzados por los excesos del lenguaje inclusivo y la cancelación de escritores corajudos. La crisis económica, la oligarquía tecnológica o el desmantelamiento del estado de bienestar vía motosierra no tienen nada que ver. Situar la responsabilidad de todos los males en la izquierda woke no es una simpleza condescendiente ni supone proteger a la ultraderecha y a esa derecha otrora liberal que no para de ponerle morritos. Es difícil ver a un patán como Trump cuando describes con desprecio un mundo sensiblero y domesticado desde esa prosa fuerte, masculina y resistente que se enfrenta a las artificiales imposiciones feminazis. Porque ya se sabe, se empieza azuzando el espíritu de venganza contra las conquistas feministas y se acaba pisoteando alegremente el derecho internacional, o comenzando un proceso de paz dialogando con el agresor para apropiarse de las tierras raras del suelo ucranio, o sugiriendo vaciar Palestina para montarse un Mar-a-Gaza con su campito de golf. No es el ansia asquerosa y cínica de poder y riqueza, no. Ha sido el feminismo.
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