El plan Milei: ¿rumbo de colisión o hacia la tierra prometida?
El acuerdo que el Gobierno negocia con el FMI es clave para transformar el esquema actual en una transición ordenada hacia un modelo sustentable
![Inflación en Argentina 2024](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4ICUUSHFE5G6BKIJ2RRNYVBMBE.jpg?auth=f8278d8d899dedfc48620ed8d49223fc307025aabc4250a6bf1dcb0d4a06cdb4&width=414)
Argentina está en un punto de inflexión. Para algunos, el Plan de Estabilización del Gobierno de Javier Milei está dando sus frutos después una etapa inicial de grandes sacrificios para la población: el tipo de cambio se estabiliza, la brecha cambiaria se reduce, las reservas internacionales se recomponen y el riesgo-país baja, la inflación retrocede, la economía se reactiva y los salarios se recuperan. Con un Gobierno comprometido con el equilibrio fiscal y una agenda promercado y proinversión, y posibilidades de desarrollo de grandes proyectos en sectores estratégicos, el país podría estar en la antesala de un despegue económico.
Para otros, sin embargo, esta estabilidad es un espejismo previo a una nueva crisis. Argentina ha transitado planes económicos que parecían exitosos hasta que colapsaron, siendo el más reciente el Plan de Convertibilidad. Según esta visión, el actual esquema es insostenible y terminará en devaluación abrupta y crisis.
Ante este dilema, la pregunta es inevitable: ¿Argentina está en rumbo de colisión o en camino a la tierra prometida?
El centro de esta discusión es el tipo de cambio apreciado, o “atraso cambiario”, como se le conoce en Argentina. Argentina se ha encarecido mucho en dólares desde el inicio del plan. De acuerdo al índice Big Mac que publica la revista británica The Economist como indicador informal para evaluar si las monedas están sobrevaloradas o subvaloradas comparando el precio de una hamburguesa Big Mac en diferentes países, el peso argentino es la moneda más sobrevaluada en el mundo después del franco suizo. Los que han visitado Argentina recientemente son testigos del encarecimiento de los precios internos en dólares. Los optimistas ven en esta apreciación del peso una señal de éxito. La historia de otros planes exitosos de estabilización respalda esta visión: aquellos que lograron reducir la tasa de inflación de forma duradera a niveles de un solo dígito han estado precedidos por una apreciación real significativa del tipo de cambio, especialmente aquellos que comenzaron con tasas de inflación superiores al 100%. De acuerdo con esta visión, el equilibrio fiscal, la estabilidad, las reformas estructurales y los estímulos a la inversión aumentan la productividad y atraen capitales para desarrollar proyectos en sectores exportadores estratégicos (energía, minería, renovables y agroindustria). Mayor productividad y un sector exportador pujante llevan a una natural apreciación del tipo de cambio. Más aún, una vez que sean levantadas las restricciones cambiarias que limitan la compra y salida de divisas (el llamado cepo) y Argentina regrese a los mercados internacionales de capital, las inversiones en sectores estratégicos que hoy son incipientes se transformarán en avalancha y habrá un boom de exportaciones.
Los escépticos, en cambio, sostienen que la apreciación cambiaria es también un patrón recurrente en planes que luego fracasaron. Señalan que, aunque hay una aparente mejora económica, está inducida por factores insostenibles, como el alto rendimiento del carry trade, que podría generar un desplome repentino cuando el flujo de capitales especulativos se revierta.
El carry trade es hoy la principal fuente de dudas sobre la viabilidad del plan. Es una operación financiera por la cual un inversor convierte sus dólares a pesos y los invierte en activos financieros a corto plazo en moneda local (por ejemplo, Letras del Tesoro) a muy altos rendimientos. Con tipos de interés del 29% nominal anual y una devaluación programada del 1% mensual, el retorno esperado en dólares alcanza el 19% anual, atrayendo capitales especulativos de corto plazo.
Esta venta de dólares inducida por los altos rendimientos esperados de las colocaciones en moneda local genera una demanda transitoria de activos financieros en pesos, mantiene artificialmente apreciado el tipo de cambio paralelo, aumenta la compra de dólares y las reservas del Banco Central, y reduce el riesgo país. Todo lo cual da una falsa sensación de que las cosas marchan bien.
Sin embargo, los críticos advierten de que esta estrategia no es sostenible. Tipos de interés tan altos en relación con el ritmo de devaluación anunciado llevan, inevitablemente, a un colapso fiscal. Y su corolario, un tipo de cambio artificialmente apreciado, deteriora la competitividad de la producción local de los sectores exportadores y que compiten con importaciones (incluyendo servicios, como el turismo), desembocando en una crisis productiva.
Más temprano que tarde, argumentan, la “calesita financiera” se detendrá y el capital especulativo emprenderá la retirada, precipitando una devaluación desordenada y otra crisis. El tipo de cambio artificialmente apreciado (la “plata dulce”, como es conocido este fenómeno en Argentina, y que dio lugar a una magnífica película de Fernando Ayala) es solo el síntoma más visible de la inconsistencia del programa.
¿Cómo distinguir, entonces, si nos encontramos ante uno u otro escenario: el éxito definitivo o una crisis inevitable? Tanto los optimistas como los escépticos presentan argumentos de peso. Para reconciliar ambas posturas, es necesario introducir la dimensión temporal y un factor clave: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El temor de los escépticos podría materializarse si los tipos de interés excesivamente elevados y su corolario, un tipo de cambio artificialmente apreciado, se prolongaran durante un periodo lo suficientemente largo. Y aquí es donde entra en juego el acuerdo que el Gobierno negocia con el FMI, la clave para transformar el esquema actual en una transición ordenada hacia un modelo sustentable. Un acuerdo con el FMI, y el ingreso de fondos frescos para fortalecer la posición de reservas, permitiría reducir los tipos de interés sin generar una fuga de capitales, y la estabilidad cambiaria podría mantenerse aun sin carry trade. Visto desde esta perspectiva, una política de tasas de interés temporalmente elevadas para comprar tiempo, mantener estabilizado al dólar, proteger las reservas y consolidar la baja del riesgo-país y de la inflación puede ser una estrategia óptima, un puente transitorio hacia una situación postacuerdo con el FMI, con una holgura financiera mucho mayor.
A diferencia de otras negociaciones con el organismo, esta no busca controlar una crisis, sino consolidar un plan de estabilización integral ya en marcha. Argentina ha realizado por su cuenta un ajuste fiscal del 5% del PIB para equilibrar las cuentas públicas, una limpieza del balance del Banco Central que ha permitido a este recuperar el uso del tipo de interés como instrumento de política monetaria, un blanqueo de capitales exitoso, está avanzando en reformas estructurales promercado y ha establecido un régimen de incentivos a la inversión.
Sin embargo, el país también necesita financiamiento externo para reforzar sus reservas internacionales, levantar gradualmente el cepo cambiario sin sobresaltos y regresar a los mercados internacionales de capital, con el fin de desbloquear los obstáculos remanentes para la llegada de inversiones en sectores estratégicos como la minería, la energía y las renovables, y colocar a la Argentina en un sendero de estabilidad y crecimiento vigoroso. Esta configuración de las piezas del puzle daría viabilidad a la visión de los optimistas.
Es cierto que la historia económica de Argentina está repleta de episodios de auge y colapso de planes de estabilización fracasados. También lo es que, con los logros ya alcanzados y con el apoyo del FMI, esta vez quizá sea diferente.
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