DeepSeek y el terremoto digital: tres lecciones para Europa en la batalla por la IA
Tengamos cuidado con sobreestimar la solidez de la economía norteamericana y subestimar la europea. Los excesos se pagan, y eso es precisamente lo que está ocurriendo; la burbuja de la IA ha comenzado a desinflarse
Apenas unas horas después de la conclusión del Foro de Davos y del anuncio de la mayor inversión de Estados Unidos en inteligencia artificial (IA), cayó la bomba DeepSeek. Una start-up de Inteligencia Artificial china anuncia un rival a ChatGPT cuyos costes de entrenamiento son cincuenta veces inferiores, más eficiente desde el punto de vista energético y capaz de operar con semiconductores básicos. Poco después, ByteDance, la matriz de TikTok, anuncia un modelo aún más barato, provocando una caída histórica de los valores tecnológicos estadounidenses en Bolsa.
La batalla tecnológica y geopolítica se libra en el terreno de la Inteligencia Artificial Generativa. Quien mejor la domine y la aplique, acabará liderando el siglo XXI. En el fragor de esta lucha entre EE UU y China, tres son las lecciones que Europa puede extraer de este terremoto digital.
La primera, tengamos cuidado con sobreestimar la solidez de la economía norteamericana y subestimar la europea. Los excesos se pagan, y eso es precisamente lo que está ocurriendo. La burbuja de la IA ha comenzado a desinflarse, una burbuja basada en inversiones cada vez mayores, un consumo energético desmesurado y la necesidad de semiconductores cada vez más sofisticados, sin que, de momento, los retornos justifiquen el gigantesco despliegue de medios.
La economía estadounidense va bien, pero sufre de un recalentamiento que deja poco margen de error. El programa de la nueva Administración americana está plagado de contradicciones internas. La escasez de mano de obra derivada de las deportaciones en un mercado laboral con casi pleno empleo, junto con aranceles al comercio internacional, conforman la receta perfecta para más inflación. A esto se suma la desregulación financiera, especialmente en el sector de las criptomonedas, lo que podría abrir la puerta a otra crisis financiera como la que EE UU causó en 2008 o, más recientemente, la del Silicon Valley Bank. Estados Unidos es más atractivo, a priori. Ofrece mayores retornos, pero también implica mayores riesgos. Por el contrario, la Unión Europea puede parecer menos excitante, incluso aburrida, pero quizás más estable y sólida, dos características esenciales en tiempos de grandes revoluciones industriales como la transición energética y la digital.
La segunda lección tiene que ver con el liderazgo en la IA. El caso DeepSeek ha puesto de manifiesto que EE UU no tiene la supremacía tecnológica en IA y que el mercado será plural y competitivo. Mientras la geopolítica se polariza entre EE UU y China, otros actores avanzan. Lo hace India y, desde luego, lo hace también Europa, aunque no se le preste tanta atención. En el viejo continente, numerosas empresas están desarrollando IA “a la europea”, con la ética y el humanismo en el eje central del diseño, apostando por un enfoque sostenible y con impacto económico real, más que por el autobombo. Ejemplos no faltan; Mistral AI, SAP, Igenius, HuggingFace, Helsing o la neerlandesa ASML, para fabricar los microchips más avanzados del mercado.
En lugar de subestimar la capacidad de innovación europea, hay que fomentar un entorno regulatorio más propicio, instrumentos de financiación ambiciosos y apostar porque el talento se quede en Europa venga de donde venga. Ha quedado demostrado que Silicon Valley no es el único sitio donde se puede innovar.
La tercera lección tiene que ver con China. Durante el mandato del presidente Joe Biden, Estados Unidos intentó ralentizar la capacidad de innovación china prohibiendo la exportación de tecnología punta, especialmente chips, bajo la denominada estrategia de “valla alta y campo pequeño”. DeepSeek ha demostrado que estas restricciones no han tenido el efecto esperado. La escasez agudiza el ingenio. Y China ha demostrado ser capaz de avanzar hacia una autonomía tecnológica estratégica. Quizás más que contener a China hay que buscar ganarle la batalla en su campo. Mientras Estados Unidos ha puesto el futuro de la IA generativa principalmente en manos de un puñado de grandes empresas lideradas por Open AI, a través de grandes inversiones, China ha dejado florecer un centenar de empresas que compiten entre ellas, con menor inversión, y avanzando de manera incremental.
Ha quedado claro que la carrera por la IA no es una competición de un solo ganador. De esto va la Cumbre de Acción sobre la Inteligencia Artificial organizada por Francia en colaboración con India que se celebrará en París los días 10 y 11 de febrero: de unir a todos los actores posibles pensando no en quién llega antes a la Luna sino para qué. No se trata de ser el primero en poner la bandera, sino en construir un futuro donde la inteligencia artificial se desarrolle de manera ética, sostenible e inclusiva, asegurando que sus beneficios se distribuyan equitativamente y sus riesgos se gestionen de forma responsable. Tal vez rebajar un poco el ego de Silicon Valley sea el primer paso para ello.
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