El placer: prohibido
La censura en Buenos Aires contra el contenido sexual en las obras que se usan en las escuelas no servirá para evitar que los jóvenes se exciten
La novela Cometierra, de la argentina Dolores Reyes, fue incluida en el plan Identidades Bonaerenses, que consiste en la entrega de libros a bibliotecas escolares de la provincia de Buenos Aires. La Fundación Natalio Morelli, que defiende “el bienestar integral de los niños, las niñas y los adolescentes”, denunció al director de Cultura y Educación, Alberto Sileoni, por el envío de ese libro, entre otros también cuestionados. Bárbara Morelli, titular de la Fundación, dijo que “los chicos no están preparados para entender estos textos”. Estas obras no son de lectura obligatoria, incluyen una guía y edades sugeridas para docentes que quieran utilizarlos. Cometierra, como toda gran novela, no tiene que “servir” para nada. Pero si hubiera que buscarle sentido pedagógico, narra una historia de violencia de género y femicidios. Y tiene una escena de sexo consentido entre dos adultos. Esa escena llevó a la Fundación a presentar una denuncia que recibió el apoyo de funcionarios como la vicepresidenta Victoria Villarruel. Se concluye que la Fundación reclama alumnos brillantes en matemáticas o historia, e ignorantes en el sexo. Periodistas dijeron que “el problema es que en esos libros el sexo no se trata como un tema de salud”. El planteo huele a rancio, pero tampoco se ve que a la Fundación el sexo como “tema de salud” le importe: no levantó la voz ante el desfinanciamiento del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia, que en seis años logró bajar la tasa de embarazo en niñas y adolescentes en 49%, y que para 2025 tendrá una reducción de fondos del 27%. ¿Por qué, entonces, los escandaliza, en una gran obra, una escena de sexo? La respuesta es antediluviana: les produce espanto que los adolescentes se exciten. Que el sexo no sea solo reproducción o “tema de salud”, sino placer. Acá, malas noticias: los adolescentes ya se excitan, con o sin libros. Como seguramente se excitaban los miembros de la Fundación a esa edad. Al final, siempre se trata de lo mismo: de tener memoria.
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