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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rafa Nadal se retira: fin de época

El tenista merece ser considerado el mejor deportista español de la historia tras una carrera descomunal de dos décadas

Rafael Nadal celebra la victoria en el Open de Australia, en enero de 2022.
Rafael Nadal celebra la victoria en el Open de Australia, en enero de 2022.DAVE HUNT (EFE)
El País

Rafael Nadal anunció este jueves a los 38 años su retirada definitiva, el adiós al tenis profesional del mejor deportista español de la historia. Pudiera parecer una afirmación demasiado concluyente, pero la carrera de Rafael Nadal no deja espacio para el debate. En uno de los deportes más seguidos del planeta, Nadal ha tenido a lo largo de más de dos décadas un impacto descomunal, dentro y fuera de España. Indurain, Ballesteros, Pau Gasol o Ángel Nieto, por mencionar algunos nombres, fueron sin discusión figuras internacionales, pero o su deporte tenía un perímetro menos global o no conectaron de la misma forma con los aficionados.

A Nadal se le recordará por sus títulos —22 Grand Slam, solo superado por Novak Djokovic y por encima de Roger Federer—, pero mucho más por la manera de conseguirlos. Dominó la tierra batida como nadie, y al mismo tiempo fue capaz de adaptarse a superficies en las que no se le esperaba cuando empezó su carrera: ganó a Federer en la hierba de Wimbledon en 2008, en el que es considerado el mejor partido en la historia del tenis, a Djokovic en el cemento de Nueva York o, ya con 35 años, remontó dos sets a Medvedev en Australia desafiando cualquier lógica y cimentando una trayectoria llena de momentos épicos.

Desde que en 2005, con solo 19 años, ganara su primer Roland Garros en París, sus triunfos se han ido mezclando con momentos bajos, más debido a las lesiones que a las derrotas sobre la pista. Y ha sido así como Nadal ha construido su leyenda, sobre la lucha, la superación y, por supuesto, enormes dosis de talento. Tienden a coincidir los especialistas en destacar la principal fortaleza en el juego del tenista balear: su cabeza. Por encima de su gran derecha liftada, ha sido esa mentalidad, forjada desde muy pequeño bajo el amparo, y también la presión, de su tío Toni, la que le ha llevado a cotas deportivas impredecibles. Rafa Nadal jamás ha roto una raqueta en toda su carrera, pese a ser un jugador pasional y efervescente. En un circuito donde cada vez vemos más explosiones de carácter de tenistas jóvenes y multimillonarios, él ha sido una excepción.

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Es quizá por eso, una mezcla de estoicismo, buena educación y un entorno familiar muy presente, que Nadal ha conseguido trascender lo deportivo en la sociedad española, siempre necesitada de referentes. En esta proyección no le ha ayudado, ya al final de su vida deportiva, su acuerdo para desarrollar el tenis en Arabia Saudí, un país en el que no se respetan los derechos humanos. Ser percibido como el hijo perfecto, haber creado tan altas expectativas no solo como deportista, sino también como persona, tiene la cara B de estar sometido al juicio público, de cierta decepción.

Rafa Nadal ha proporcionado a varias generaciones momentos de gran alegría. El deporte tiene eso, además de drama y valores, y el de Manacor nos ha ofrecido una buena dosis de cada uno. Aún le veremos sobre la pista, a finales de noviembre, junto a Carlos Alcaraz, en las finales de la Copa Davis en Málaga. Un último baile para ceder el testigo a la nueva y rutilante estrella. Fin de época.

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