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Red de redes
Columna
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¿Por qué los jóvenes son de derechas?

La brecha ideológica entre hombres y mujeres menores de 27 años se agrava debido a que los mensajes extremistas campan a sus anchas en las plataformas

Varios jóvenes en un mitin de Vox durante la campaña electoral catalana, en mayo.
Varios jóvenes en un mitin de Vox durante la campaña electoral catalana, en mayo.Laia Solanellas ( Europa Press /Contacto)
José Nicolás

La encuesta monográfica sobre inmigración de 40dB., publicada este martes en EL PAÍS y la Cadena SER, sacó a la luz unos datos demoledores sobre la percepción de la inmigración. Si bien este sondeo no la mostraba como primer problema —lo hacía el barómetro de septiembre del CIS—, evidenciaba que es una de las principales preocupaciones de los españoles, pues el 41% de los encuestados afirmaba tener “mucha inquietud” por este asunto. El dato que más impactaba era el de la brecha sobre la percepción de la inmigración entre hombres y mujeres de la generación Z, entre 18 y 27 años. Frente al 44% de las mujeres, el 61% de los hombres dice que los inmigrantes hacen aumentar la delincuencia, y frente al 56% de las mujeres, el 75% de los hombres menores de 27 años cree que los inmigrantes reciben “demasiadas ayudas públicas”. “De nuevo, la brecha generacional entre los jóvenes Z y el resto de grupos. De nuevo, las mujeres Z más progresistas que cualquier otra generación”, tuiteó @X_Calafat.

Según los datos de 40dB., los jóvenes españoles son más conservadores que las mujeres de su misma edad —más de la mitad de ellos votaría a partidos de derecha o extrema derecha (el 26,7% a Vox, el 18,1% al PP y el 8% a Se Acabó la Fiesta) frente al 32% de ellas—. No solo ocurre en España: la brecha entre los miembros de la generación Z también se da en países como EE UU, Alemania o el Reino Unido, según datos recogidos por el Financial Times. De la encuesta se extrae también que el 52,7% de la generación Z recibe noticias sobre la inmigración a través de las redes sociales y un 10,3% consume este tipo de información de influencers o youtubers. ¿Y qué está pasando en estas plataformas?

Desde que Elon Musk manda en X, la verificación en la plataforma no se consigue por prestigio, sino pagando, y las publicaciones de los usuarios verificados tienen más alcance. A su vez, pueden obtener réditos económicos si sus tuits tienen muchas interacciones. El resultado es que buscan alcanzar gran impacto soltando la mayor burrada que se les ocurre: “Celebran crueldades, aplauden delitos, recomiendan tratamientos pseudocientíficos, insultan a las minorías, se ríen de los desfavorecidos... procederes que, por un lado, recibirán aplausos del nuevo sector malista que se considera rebelde por ser malote, pero, por otro, también conseguirán reprobaciones de personas indignadas que, quizás con buena voluntad, señalen los abusos”, como resume bien Mauro Entrialgo en su libro Malismo (Capitán Swing). “Ahora mismo, un gran porcentaje de las cuentas con simbolito azul de X se dedican a idear meadas fuera de tiesto que puedan indignar al mayor número de personas para poder recolectar la mayor cantidad de dinero mensual”, añade.

La consecuencia de esto es que muchos usuarios progresistas estén abandonando las redes cansados del escaso freno o moderación a los contenidos extremos e insultantes y, por tanto, que los jóvenes solo tengan acceso a publicaciones racistas, machistas y cargadas de odio. Esto desemboca en el inicio de esta columna: los menores de 27 años —sobre todo los varones— tienen una percepción atrofiada de la inmigración, pues solamente reciben la información negativa que se vierte en X, en canales racistas de Telegram como el de Alvise Pérez o en los de falsos gurús de internet con pódcast difundidos a cachos en TikTok.

En asuntos tan sensibles como la inmigración es importante saber valorar si la información que nos llega es verídica o no, y a esto ayuda tener acceso a diferentes puntos de vista. Algo aparentemente escaso entre los jóvenes.

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Sobre la firma

José Nicolás
Es editor en la sección de Opinión, donde es uno de los encargados de sus contenidos digitales. Escribe la columna 'Red de redes'. Es graduado en Periodismo por la Complutense y máster en Periodismo de Datos y Nuevas Narrativas en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de su llegada a EL PAÍS trabajó en Onda Regional de Murcia y Cadena SER.
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