Tequieros
Tres de cada cuatro personas creen que están con el amor de su vida, lo cual significa que una de cada cuatro vive sus relaciones sin la presión de creer que es para siempre
Hace un par de años publicó EL PAÍS un reportaje sobre el amor que acompañó un estudio de 40dB; del amor se ha escrito mucho y se ha publicado poco, y de repente ese estudio en una portada de domingo cayó regular. Hubo quien se sintió incómodo pero no tanto por la encuesta sino por lo que decía: tres de cada cuatro personas creen que están con el amor de su vida, lo cual significa que una de cada cuatro vive sus relaciones sin la presión de creer que es para siempre, probablemente sean esos los que nunca se separen. Ahora el periódico retoma el asunto bajo un epígrafe perturbador: Psicología. Se titula así: “Nuevas formas de decir ‘te quiero”. Vengo de un mundo en el que no se dice “te quiero” y voy a un mundo donde se dice 20 minutos después de conocer a alguien, y los dos me parecen bien. Mi modelo de amor literario, el amor verdadero entre unos amantes o unos amigos o unos hermanos, tanto tiene, siempre me ha parecido el de Watson y Sherlock Holmes, que expresaban su amor de la manera más elegante y british que puede existir; tan austera que conmueve, tan contenida que cualquier afecto espontáneo entre los dos pone la piel de gallina. Tras cientos de páginas viviendo su vida con cierta melancolía, sufriendo sus silencios y sus depresiones, el gran detective deja un gesto que encuentra uno emocionante en su formidable contexto: “Téngame, mi querido compañero, por sinceramente suyo”. Muchos años antes, Watson diría al amigo que le presentó al joven Holmes: “Le quedo muy agradecido por habernos puesto en relación. Ya sabe usted que el verdadero tema de estudio para la Humanidad es el hombre”. Y aquel diálogo de Holmes con Watson en la película de Billy Wilder. “Me voy, que se me ha hecho tarde”, dice Watson. Y contesta Holmes una frase encantadora: “A nosotros nunca se nos hace tarde, siempre se nos hace pronto”. Nunca se dijeron te quiero, quizá porque les pareció una vulgaridad expresar aquello que demostraban tantos días.
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