_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Correr en el vacío

El río junto al que paso brilla como una lámina de cobre. Lo que es obvio —nada necesita que yo exista para existir— se vuelve evidente

Una vista de Montevideo.
Una vista de Montevideo.ElOjoTorpe (Getty)
Leila Guerriero

Montevideo. Nueve de la mañana. Ocho grados. Algo de sol. Corro junto al río de la Plata, por la rambla. No voy ni más lejos ni más rápido, pero, si hay una caligrafía para correr, hoy encuentro una caligrafía nueva impulsada por la música de Trent Reznor. En el infinitesimal estado de suspensión que se produce entre un paso y el siguiente, ese momento en que el cuerpo queda en modo de pregunta, un pasaje en el que no hay certeza acerca de que el próximo paso vaya a dar sobre el piso, una flotación en la que el cuerpo puede caer a un lado u otro de la red (¿seguirá vivo, se desvanecerá?), me inundo de un vacío salvífico. No corro. Nado, o vuelo, o navego. Y en ese hiato, en esa oquedad blanca, aparecen palabras: trinitrotolueno, carámbano, hojarasca. No les sigo el rastro, pero detrás de cada una hay algo corpulento que está en potencia, contenido y listo para expandirse. Esa constelación de nada, ese hueco, me ocupa entera, y el mundo, que se había borrado, aparece. Para ver no hay que mantenerse en vigilia sino ensoñada, no adormecida sino en trance. El mundo solo se deja ver cuando la mirada se vuelve tierna y no hostil, blanda y permeable. Lo que tanto pesaba pesa menos. Inquietud, quebranto, la ceja alzada del médico en señal de preocupación: todo se borra. El río brilla como una lámina de cobre sobre las piedras. Lo que es obvio —nada necesita que yo exista para existir— se transforma en evidencia. Corro sin necesidad de mí. La ira, el amor, la nostalgia de la melancolía, todo está quieto, aunque la sangre me recorre fuerte. La escritura bulle en ese hiato, ese momento de suspensión sin garantía, ese salto en el que todo puede suceder, incluso la nada. ¿Qué es un poco de sufrimiento comparado con esto? Hay una frase que leí en alguna parte: la escritura ofrece un remedio contra la inexistencia. A veces, como ahora, permite algo mejor: permite casi no existir, desaparecer completamente.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_