Un nuevo problema para Europa
Las huellas de la ultraderecha son ubicuas en el acuerdo de Gobierno de Países Bajos
El Gobierno neerlandés más escorado a la derecha desde la II Guerra Mundial todavía no está formado, pero ya tiene un primer ministro y un programa de Gobierno. Tras seis meses de negociaciones, Dick Schoof, hasta ahora funcionario de carrera de alto rango en el Ministerio de Justicia y Seguridad, será el jefe del Ejecutivo. La elección de una figura independiente para ocupar el cargo es la principal concesión que ha tenido que hacer el ultraderechista Geert Wilders, cuyo Partido de la Libertad (PVV) fue el más votado el pasado noviembre, para que los dos partidos más centristas del futuro Gabinete, los liberalconservadores (VVD) y los democristianos (NSC), aceptasen formar parte de él.
Sin embargo, las huellas de Wilders están por todas partes en el acuerdo de Gobierno, como lo están las reivindicaciones del Movimiento Campesino Ciudadano (BBB), surgido al calor de las protestas agrícolas de los últimos tres años. Que los otros dos partidos refrenden estas posiciones es otra mala señal para el centroderecha europeo. Y esto, en el país en el que se firmó el acuerdo que dio paso a la UE tal y como la conocemos, es una mala noticia. Ese pacto abre un nuevo frente a la Comisión Europea en su esfuerzo por llegar a consensos comunitarios en temas como la migración o el cambio climático.
La formación de Wilders siempre ha hecho de su rechazo a la inmigración el punto central de su política. Esto se refleja en el acuerdo, que incluye una propuesta de congelar por dos años la tramitación de las solicitudes de asilo y deportar “aun a la fuerza” a los extranjeros en situación irregular. El nuevo Gobierno quiere además salirse del pacto migratorio europeo firmado el pasado mes de abril —ya bastante restrictivo— y trabajar por ese objetivo con “países de la misma opinión”.
Pero donde se rompe más claramente con la dirección actual de la UE es en la lucha contra el calentamiento global, algo paradójico en un país que hace inversiones multimillonarias para mitigar sus efectos con estructuras que mantienen a buena parte del país (la más poblada) a salvo de un mar cuyo nivel no deja de subir. El acuerdo incluye, por ejemplo, la recuperación de los subsidios al gasóleo y el aumento del límite de velocidad en las autopistas, algo que va en contra no solo de la política comunitaria sino también de las sentencias de la propia justicia neerlandesa, que ha establecido que los acuerdos internacionales contra el cambio climático obligan al Ejecutivo a acelerar la rebaja de emisiones.
Pese a que estará encabezado por otra persona, este es, sin duda, el Gobierno de Wilders, cuyo partido ha recibido la responsabilidad de gestionar el país tras 20 años de oposición. La esperanza es que las dinámicas de la política neerlandesa, basada en las coaliciones y los compromisos, obliguen al PVV a gobernar para todos los ciudadanos y a desterrar su retórica supremacista e islamófoba. Si no lo hace, la responsabilidad del desastre será, además de suya, de los partidos que le han aupado al poder.
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