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Columna
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Feijóo: ahora, euroescéptico

En dos tacadas, el líder del Partido Popular renegó del Estado del bienestar de Europa

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una intervención en las jornadas del Cercle d'Economía.
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una intervención en las jornadas del Cercle d'Economía.Quique García (EFE)
Xavier Vidal-Folch

Ya es un euroescéptico de tomo y lomo. A primera vista no lo aparenta, porque enmascara su ideología extremista en silabeos blandengues, esos que tanto irritan a sus socios de Vox, un regocijo. El caso es que Alberto Núñez Feijóo ha lanzado en las últimas semanas dos brutales andanadas de fondo, de raigambre euroescéptica y chovinista, aunque en sordina.

Se estrenó en las jornadas del Cercle d’Economia, en Barcelona, el 23 de mayo. Se quejaba del impuesto sobre el plástico y otros impuestos tildándolos de “una improvisación”: “La Comisión los pone y luego tienen que pagarlos los Estados miembros”, afeó. Falso, se exhibía como un ignaro oceánico sobre asuntos europeos. Ese impuesto y otros (transacciones financieras, carbono en frontera…) se abrieron paso desde el 21 de julio de 2020 en una cumbre de los 27 contra la pandemia. No fue la Comisión, sino el Consejo Europeo, o sea, los Estados miembros, quienes los lanzaron, los “pusieron”. Pero sí fue Bruselas quien empezó a ejecutar la decisión, si acaso con parsimonia. En el detalle y el engaño consiguiente radica el recelo a los planes europeístas federales: el sesgo euroescéptico.

Feijóo redobló la pifia al día siguiente en Alicante, presentando su programa para el 9-J. Tras proponer “más fondos europeos”, renegó del aserto, pues “son deuda de los [ciudadanos] europeos”, cerca de 800.000 millones de euros en el caso de los Next Generation EU. ¿Acaso prefería subir impuestos? ¡Haberlo dicho! Y el político que ha aumentado la deuda, subrayó, “no es un buen político”: ¿se arrepentía quizás de haberla triplicado a su paso por la Xunta de Galicia?

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Así que en dos tacadas renegó del Estado del bienestar de Europa; de una fiscalidad justa para financiarlo; de la emisión de deuda común en forma de eurobonos a este fin; de la mutualización de responsabilidades de los 27 (todos responden de los compromisos de todos) en la aventura europea más importante y deseada desde el nacimiento del euro. Y lo menos relevante, perdida la memoria, de sí mismo.

Idéntico, quizá en peor, al José María Aznar patriota de 1992, cuando durante la cumbre de Edimburgo en que Felipe González peleaba por dotar el Fondo de cohesión, trabajó en contra de los intereses de España llamándole “pedigüeño”, su típica ayuda de Estado.

Esa cosa tan propia del reaccionario español, que denunció Antonio Machado. Desprecia cuanto ignora.

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