La gabardina de Albert Camus
Daba por supuesto que nunca llegaría a la altura del escritor, pero algo podría suceder si me compraba la misma vestimenta y fumaba Gitanes sin filtro como él
Cuando soñaba que un día podría dedicarme a escribir creía que la verdadera imagen del escritor se correspondía con la que solía aparecer en la solapa de los libros, jersey cuello de cisne, una pipa y el puño en la mandíbula. Y esto fue así hasta que descubrí una fotografía de Albert Camus con una gabardina de trinchera, el cigarrillo entre los dedos y media sonrisa irónica colgada de los labios. Era una imagen de los tiempos en que Camus reinaba en el Café de Flore de París, amado por las mujeres. De hecho, esa gabardina se la regaló su amante María Casares porque era igual a la que usaba su admirado Humphrey Bogart. No había un tipo más seductor que este redactor jefe de Combat, periódico clandestino de la Resistencia, que vivía entre el peligro de ser capturado en el París ocupado por los nazis y el riesgo de haber apostado por un amor al borde del abismo. Una noche Camus y María Casares se encontraron en la calle con un control de la Gestapo. Él llevaba en el bolsillo el editorial que acababa de escribir para el periódico clandestino. Ante el inminente peligro le pasó el papel a su amante y esta se lo tragó antes de que les dieran el alto. Daba por supuesto que nunca llegaría a su altura, pero algo podría suceder si me compraba una gabardina blanca y fumaba cigarrillos Gitanes sin filtro como él y así lo hice. La pasión de Camus y María Casares aparece en las 865 cartas que se cruzaron, recién publicadas. La primera data de junio de 1944 y la última del 30 de diciembre de 1959, cinco días antes de la muerte del escritor en un accidente de coche. “Bueno. Última carta. Solo para decirte que llego el martes por carretera; subo con los Gallimard el lunes”. Susana Fortes se ha servido de esta correspondencia para escribir una historia, cuyo título, Solo un día más, expresa la forma en que estos amantes se devoraron mutuamente en el abismo del amor o de la muerte. Fue la muerte la que ganó la partida y a mí me ha devuelto el recuerdo de aquella gabardina blanca.
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