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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Evitar la escalada en Taiwán

La comunidad internacional debe hacer todo lo posible para, al menos, mantener el ‘statu quo’ ante los inquietantes movimientos de China

La isla de Kinmen, en la costa de la China continental, administrada por la República de China, con sede en Taiwán.
La isla de Kinmen, en la costa de la China continental, administrada por la República de China, con sede en Taiwán.DANIEL CENG (EFE)
El País

China ha lanzado esta semana unas maniobras militares alrededor de Taiwán de características especialmente inquietantes. El Ejército Popular se ha desplegado para representar un ensayo de asedio y ataque a la isla con medios navales y aéreos y con rasgos “sin precedentes”, según han observado los propios medios chinos. El viernes, segundo día de los ejercicios, la televisión estatal difundió una animación que simula un bombardeo contra Taiwán en el que se muestra el lanzamiento de misiles dirigidos a impactar en ciudades como Taipéi y Kaohsiung.

La operación es una reacción al discurso de toma de posesión que el nuevo presidente taiwanés, Lai Ching-te, pronunció el lunes. En él, el mandatario defendió la continuidad con las políticas de su predecesora y exhortó a sustituir la “confrontación por el diálogo” para perseguir unidos “la paz y la prosperidad”. Sin embargo, junto a estos razonamientos, y en el marco de los delicadísimos equilibrios regionales, utilizó matices retóricos que han enfurecido a Pekín. Así, Lai nombró a su gigantesco vecino continental por su nombre —la República Popular China— en contraposición a Taiwán.

Lo que puede parecer una obviedad es, no obstante, algo que hasta ahora habían evitado los líderes taiwaneses y que Pekín considera una abierta profesión de separatismo. En ese pasaje Lai recalcó que las dos “no están subordinadas la una a la otra”. Sobre esta base, China ha lanzado unas maniobras calificadas explícitamente de castigo a las fuerzas secesionistas por considerar que el nuevo presidente alimenta los sentimientos antichinos y busca la independencia a través de la fuerza.

Estas acusaciones son claramente infundadas. Sin embargo, hay que pedir a todos los actores que contribuyan a evitar la escalada porque se trata de una situación altamente inflamable. Un contexto geopolítico en el que Estados Unidos está centrado en otros frentes —en Europa, por la guerra en Ucrania; en Oriente Próximo, con el conflicto en Gaza— y la perspectiva de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca tras las elecciones presidenciales de noviembre configuran un escenario incluso más tenso de lo habitual.

El deterioro de las relaciones en el estrecho mientras, en paralelo, se multiplican las medidas comerciales hostiles entre las dos superpotencias mundiales —China y Estados Unidos— son un fenómeno de alto riesgo y lleno de interrogantes: ¿está dispuesto Xi Jinping a ejecutar la reunificación por la fuerza?, ¿seguirá en Washington un Joe Biden más firme que cualquier otro presidente en el compromiso con Taiwán? La comunidad internacional debe hacer todo lo posible para, al menos, mantener el statu quo. Las repercusiones a escala mundial de un conflicto alrededor de Taiwán podrían tener una magnitud desconocida hasta ahora.

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