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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Doble rasero en Gaza

Estados Unidos envía por mar ayuda humanitaria a la Franja mientras apoya militarmente a Netanyahu, empeñado en invadir Rafah

Un soldado israelí asomaba el viernes por la escotilla de un vehículo blindado de transporte en las afueras del paso de Kerem Shalom.
Un soldado israelí asomaba el viernes por la escotilla de un vehículo blindado de transporte en las afueras del paso de Kerem Shalom.Shannon Stapleton (REUTERS)
El País

Sin que ningún llamamiento parezca capaz de detenerla, la temida invasión de Rafah, en el sur de Gaza, avanza lenta pero inexorablemente. Al bloqueo de la frontera con Egipto y al incesante bombardeo sobre lo que el ejército israelí califica de “objetivos terroristas” —aunque no haga sino aumentar la muerte de civiles— se une el éxodo forzado de unas 630.000 personas desde el área asediada. Rafah albergaba hasta hace días a más de un millón de palestinos, muchos de ellos refugiados procedentes del norte de la Franja.

Se siguen cumpliendo así los planes de Benjamín Netanyahu, cuyo ejército ordenó a la población que se dirigiera hacia una zona costera ya saturada de desplazados, sin agua corriente ni saneamiento, a la que denomina eufemísticamente “zona humanitaria”. Su objetivo es despejar el escenario bélico antes de la invasión total.

Además de hostigar sin descanso a la población civil palestina, Israel pretende controlar la entrada de suministros en la Franja. Lo lleva haciendo desde hace casi 20 años a través de los pasos de Eretz —al Norte— y Kerem Shalom —en la frontera este—. Ahora quiere hacerlo a través del paso de Rafah, pero se ha topado con la negativa egipcia a reabrir esa frontera: el Ejecutivo de El Cairo insiste en que el lado palestino del paso debe ser gestionado únicamente por las autoridades gazatíes.

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Para tratar de aliviar la hambruna y el desamparo de los civiles, este viernes comenzó a funcionar el muelle militar construido por Estados Unidos para permitir la llegada de suministros por mar. Pese a ello, EE UU ha insistido en que ni esa infraestructura ni el lanzamiento de asistencias desde el aire pueden ser las únicas vías para introducir ayuda en Gaza. También ha subrayado que esa ayuda será entregada a la ONU, encargada de coordinar el reparto. Todo ello en un escenario bélico que ya se ha cobrado la vida de 35.200 palestinos a manos de las Fuerzas Armadas israelíes.

El mensaje de la Administración estadounidense resulta, como poco, contradictorio. Esta semana, a la vez que se preparaba el desembarco en las costas de Gaza del primer envío procedente de Chipre, la Casa Blanca anunciaba un envío de armamento a Israel por valor de 1.000 millones de dólares, lo que supone un balón de oxígeno para la estrategia destructora de Netanyahu. Con una mano, armas; con la otra, ayuda humanitaria para atender la catástrofe que estas provocan.

El portavoz del secretariado general de la ONU, Farhan Haq, celebró la llegada de esos barcos a la Franja, pero también lanzó la pregunta decisiva: “¿Seremos capaces de introducir suficiente ayuda para mantener a la gente con vida?”. Y añadió: “A menos que las cosas cambien radicalmente a mejor, la respuesta es que no”. La comunidad internacional no puede seguir ignorando esa respuesta.

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