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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La línea roja de Rafah

Netanyahu amenaza con una catástrofe humana en Gaza contra las advertencias de sus aliados y mientras él sigue sin asumir responsabilidades

Benjamín Netanyahu
En el centro de la imagen, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
El País

Benjamín Netanyahu ha basado prácticamente la totalidad de su carrera política en saltarse líneas rojas, tanto en el interior de su país —con un peligroso e inédito asalto al poder judicial israelí, la formación del Gobierno más ultraderechista de la historia de Israel y una continua huida hacia adelante para evadirse del proceso por soborno, fraude y abuso de poder abierto contra él— como en el exterior. El brutal castigo colectivo impuesto a la población civil de la Franja de Gaza a raíz del salvaje ataque de Hamás del pasado 7 de octubre es el último y más dramático ejemplo.

La anunciada ofensiva terrestre contra la localidad gazatí de Rafah, donde se hacinan más de un millón de personas —la mitad de la población de Gaza—, en su mayoría refugiados que han huido de la destrucción provocada por el Ejército israelí y de la hambruna causada por el corte de agua y suministros, es otra línea roja que el primer ministro israelí se dispone a traspasar. Lo haría obviando el desastre humano que puede generar y desoyendo los llamamientos de sus aliados, incluido Estados Unidos, y a una parte de la sociedad israelí que le exige que detenga la guerra.

En el habitual modus operandi de Netanyahu de doblar su apuesta sin importar sus consecuencias siempre que a él le beneficie, la invasión de Rafah no solo responde a una más que cuestionable estrategia desde el punto de vista militar, sino que le sirve al mandatario de pantalla para opacar una sucesión de fracasos ante su propia sociedad y ante la comunidad internacional de los que tarde o temprano tendrá que responder. Él es el máximo responsable del mayor fallo de seguridad en la historia del país que se tradujo en el asesinato de 1.200 de sus compatriotas y el secuestro de más de 200 perpetrado por terroristas de Hamás. La dimisión esta semana de Aharon Haliva, jefe de la inteligencia militar, por el ataque de octubre es claramente insuficiente y no puede ocultar la responsabilidad política del líder del Likud. Cuando están a punto de cumplirse los seis meses de guerra en Gaza, ninguno de los objetivos por los que sumió a su país en esta contienda se ha cumplido: no ha servido para liberar a los rehenes, no ha destruido a Hamás y ha dejado a Gaza en una situación inmanejable para Israel e inaceptable para la comunidad internacional.

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No es posible obviar sucesivas violaciones del derecho internacional que se han producido en este contexto. Pero todo esto puede quedar empequeñecido ante las catastróficas consecuencias de una ofensiva en Rafah. Algo que todo el mundo ve menos el hombre que está al mando y tiene la responsabilidad: Benjamín Netanyahu.

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