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Columna
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El ministro y los bombos

Quienes insultan a Óscar Puente saben ahora que le causan el deseado berrinche, de donde es fácil inferir que tendrá murga mientras dure en el puesto

Óscar Puente, el 19 de marzo en la sesión de control al Gobierno en el Senado.
Óscar Puente, el 19 de marzo en la sesión de control al Gobierno en el Senado.Kiko Huesca (EFE)

En Estella (y sin duda en otros sitios), por fiestas, los mozos hallaban diversión aporreando un bombo durante toda la noche; no dos ni tres, que ya serían demasiados, sino en tal número que convertían las horas tradicionalmente reservadas al reposo en una runfla de estruendos. Con suerte, el percusionista de turno era fumador y, mientras encendía un cigarrillo o le daba una calada, interrumpía unos instantes su frenética actividad. ¡Qué dicha la de los vecinos domiciliados en las afueras de la villa! Pero a lo que iba. Eran las dos de la madrugada y yo un niño muerto de sueño. No podíamos pegar ojo, teníamos que madrugar, yo expresé mis quejas y mi padre, con buen criterio, sugirió que apecháramos con la situación y nos hiciéramos los sordos, pues le constaba que, tiempo atrás, un visitante de fuera salió al balcón en pijama a protestar airadamente, amenazando con verter sobre los juerguistas un balde de agua, y a los cinco minutos tuvo asamblea de bombos y chiflas hasta el amanecer.

En caso de haber dispuesto de un canal de comunicación, yo le habría repetido al ministro Óscar Puente, de buena fe y con carácter de urgencia, el sabio consejo de aquel hombre humilde que fue mi padre. Quienes dan la murga al quejoso ministro con insultos saben ahora que sus palabras denigrativas llegan a conocimiento del receptor, ocasionándole el deseado berrinche, de donde es fácil inferir que el ministro de piel fina y talante susceptible tendrá concierto de bombos mientras dure en el puesto. Yo vengo de una tierra donde, hace unas décadas, a personas (también socialistas) que ostentaban cargos públicos de menor rango que un ministro del Gobierno de España no sólo las cubrían de afrentas, sino que las amenazaban, las agredían y, en casos que algunos nos resistimos a olvidar, las asesinaban. Mejor los bombos. ¿Qué político actual no soporta los suyos, sobre todo si se deja ver con frecuencia en las redes sociales?

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