¡Qué bonito es Marruecos!
Pedro Sánchez dice que no tiene ninguna queja sobre el funcionamiento de la monarquía alauita
Mis amigos me cuentan las bondades de mi país de nacimiento y yo los escucho intentando disimular todo lo que me pasa por la cabeza y el cuerpo, las entrañas y el corazón: no les digo que yo no he sido nunca turista en Marruecos, que recorrer con libertad sus calles y aldeas es un privilegio de los occidentales con posibles. Añoro ese país que nunca fue mío porque los rifeños no pertenecemos más que al yermo pedregal en el que aprendimos a lidiar con el hambre. Las mujeres, además, hemos sido extranjeras desde que nacimos por estar sujetas a los hombres y a su patria, que no es la nuestra porque es la de la dominación masculina. Yo volvía al pueblo en verano pero tenía prohibido salir sola y si lo hacía tenía que soportar el acoso callejero de los pretendientes en busca de papeles para cruzar el Estrecho por vía matrimonial. Antes sentía vergüenza cuando mis amigos me hablaban de las ciudades imperiales y yo tenía que encogerme de hombros por no haberlas pisado nunca; ahora siento envidia porque ellos pueden hacer el turista por mi infancia, un paraíso definitivamente perdido.
No puedo regresar a la casa en la que me crie porque mi feminismo me ha expulsado de mí misma, de una de mis raíces profundas, pero tampoco puedo poner un pie en Marruecos porque algunas de las cosas que he escrito aquí sobre el régimen de Mohamed VI pueden ser constitutivas de delito y una no está para arriesgarse a practicar el deporte extremo de pasar por una cárcel magrebí. Pero puede que exagere porque el presidente ha viajado a Marruecos y dice que no tiene ninguna queja sobre el funcionamiento de la monarquía alauita. Pues vale, todo bien, nada que decir sobre los apaleados en la frontera, los disidentes encarcelados y los saharauis abandonados a su suerte, ninguna responsabilidad de antigua potencia. A Sánchez lo puede ayudar Urtasun llevando la descolonización al lejano imperio romano, y así España seguirá lavándose las manos de la ignominiosa situación en la que abandonó su última colonia. Todo está bien en Marruecos, las niñas que son casadas, las madres solteras cuyos hijos se consideran ilegales, los periodistas perseguidos, los manifestantes encarcelados, la corrupción generalizada y el enriquecimiento de unas élites extractivas que expropian a los jóvenes toda esperanza de futuro, unos jóvenes que solo sueñan con un flotador que los salve de la miseria perpetua. ¿De qué se va a quejar Pedro Sánchez ante Mohamed VI? Con lo bonito que es Marruecos, tan exótico y especiado, tan colorido y soleado.
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