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Columna
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Jan Ullrich, confesiones de un ciclista

Contada en una novela, la vida del ciclista alemán comportaría un reto a la credibilidad

Jan Ullrich, en Weinfelden (Suiza) en septiembre de 2017.
Jan Ullrich, en Weinfelden (Suiza) en septiembre de 2017.GIAN EHRENZELLER (EFE)

Esta semana se estrena en Amazon Prime Video un documental sobre el ciclista alemán Jan Ullrich. Se trata de una confesión a fondo del protagonista. A poco que se conozcan pormenores biográficos de Ullrich se entenderá que el interés primordial del reportaje es más humano que deportivo. He aquí a un ídolo de la afición, un joven que logró dinero y gloria, bien que con métodos fraudulentos, y experimentó después una larga caída en la degradación. Contada en una novela, su vida comportaría un reto a la credibilidad. El desenlace ha deparado a Ullrich la suerte de encontrar una “salida al infierno”, como él la denomina, con ayuda de un ultimátum de su exmujer, que lo amenazó con prohibirle ver a los hijos.

Jan Ullrich es hasta la fecha el único ganador alemán del Tour de Francia. Lo consiguió en 1997, a los 23 años, dopado hasta los tuétanos, como acabó por reconocer tras prolongada contumacia. En los archivos de televisión quedan imágenes de rivalidad con su amigo Lance Armstrong, quien por las mismas faltas (además de la bicicleta con motor oculto) fue despojado de sus siete títulos de vencedor en la ronda francesa. Ullrich admite sin rodeos que acudió a los servicios del doctor Fuentes y que en su día guardó silencio por no arruinar la carrera de muchos compañeros y porque, a fin de cuentas, doparse, dice, era “lo normal”. Ullrich fue expulsado del equipo Telekom, dejó el ciclismo o el ciclismo lo dejó a él, se desplomó por un precipicio de alcohol, cocaína, trastornos psicológicos; agredió a una prostituta, provocó en estado de ebriedad un accidente de tráfico, ha sido detenido más de una vez y enjuiciado... Lo dicho, una vida sin rumbo ni mesura. Su confesión nos avisa del peligro de levantar proyectos sobre la falta de verdad personal. Quizá engañes a otros, pero nunca a ti mismo. Luego, por mucho que pedalees, se te hará muy cuesta arriba aceptarte.

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