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COLUMNA
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Bajo las ruinas, la ruina moral

El asalto y destrucción de su gran hospital deja Ciudad de Gaza sin asistencia sanitaria ni refugio, lista para la ocupación

Captura de un vídeo del ejército israelí que muestra a varios de sus soldados dentro del hospital Al Shifa, el día 15.
Captura de un vídeo del ejército israelí que muestra a varios de sus soldados dentro del hospital Al Shifa, el día 15.
Lluís Bassets

Son débiles y escasas por el momento las pruebas sobre el Metro de Gaza, esos 250 kilómetros de túneles y salas de mando bajo el hospital Al Shifa, donde se supone que Hamás mantiene secuestrados a los dos centenares de rehenes, guarda sus arsenales y dirige la guerra contra Israel. El único rehén, localizado por desgracia ya sin vida, se hallaba cerca, pero ni siquiera dentro de las instalaciones, registradas por el ejército de Israel minuciosamente, incluidas las salas de cirugía, después del asalto al complejo sanitario, el mayor de la Franja. Si se suman las armas supuestamente descubiertas, son pruebas insuficientes para justificar el ataque y destrucción del hospital, y menos todavía el presumible balance de fallecimientos entre enfermos, recién nacidos, personal sanitario y ciudadanos refugiados en el único recinto donde creían encontrarse a salvo.

Es de temer que Israel esté librando en Gaza una guerra contra un ejército invisible o desaparecido. O lo que es peor, solo y directamente contra la población, asediada, bombardeada, forzada a desplazarse y privada ahora de agua potable. El plan de Hamás tiene todos los visos de haber alcanzado la mayor parte de sus pérfidos objetivos, después del derroche en material ofensivo e incluso en militantes utilizados en la matanza del 7 de octubre. Le queda si acaso la custodia de los secuestrados, por si consigue algún canje, aunque el tipo de bombardeos y de ataques terrestres israelíes apenas alienta la esperanza en que alguien, rehén, terrorista o civil inocente, pueda salir con vida de la demolición a bombazos de la estructura urbana de la Franja.

Hamás demostró la vulnerabilidad de las vallas y sistemas de vigilancia en la línea de separación del territorio palestino, enervó la sensación de inseguridad en la población israelí y atrajo al ejército israelí a la trampa de una respuesta excesiva y luego a la conquista y ocupación sin objetivos políticos plausibles, hasta el punto de dibujar en el horizonte otra guerra larga de difícil final. En el asalto al hospital central de Gaza ya se percibe otro enorme fallo de inteligencia, después de los imperdonables y numerosos fallos que permitieron la ignominiosa y bárbara invasión de Hamás. O peor, una manipulación intencionada para dejar a la ciudad sin asistencia médica ni refugio, previa a su vaciamiento y ocupación, quién sabe si como un paso más para la instalación de nuevas colonias israelíes, tal como ya propugnan los belicistas partidos de extrema derecha que participan en el Gobierno de Netanyahu.

Hasta el momento, solo aparecen más cadáveres y ruinas bajo los cadáveres y las ruinas. Y la mayor y peor ruina que compromete a todos, también a los europeos, si no se consigue el alto el fuego inmediato, prohibido por un Gobierno de fariseos y zelotes como el de Netanyahu, falsos apóstoles de la claridad moral para distinguir entre el bien y el mal de la que carecen.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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