_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El odio

La cultura política creó el concepto de ciudadanía para dignificar la condición de las personas. Por eso no debe utilizarse para degradar la verdad y cancelar los derechos humanos

Un cayuco con 320 personas a bordo en el puerto de La Restinga (El Hierro).
Un cayuco con 320 personas a bordo en el puerto de La Restinga (El Hierro).Gelmert Finol (EFE)

Hace unas semanas confesaba en esta columna que me gustaría ser presidente de Gobierno. Después de comprobar cómo se agitan los debates sobre la investidura del próximo presidente y las declaraciones de algunos opositores, me animo hoy a confesar lo que nunca estaría dispuesto a hacer para llegar a presidente. Es bueno negociar y acordar un marco de convivencia, y hacer público un programa de gobierno que ilumine el futuro, pero resulta muy triste, penoso, indecente, oscurecer la realidad con mentiras y utilizar el miedo para alentar el odio contra los seres humanos. No es aceptable, por ejemplo, falsificar los datos para convertir a los migrantes en violadores y terroristas. No dicen eso los documentos sobre el crimen en España.

La llegada de pateras a nuestras costas debe hacernos pensar en la necesidad de una política europea o en la verdad de la pobreza en el mundo, pero no podemos decir o sugerir que se van a llenar de criminales sueltos las paradas de autobús y los colegios. Adán y Eva merecen respeto. La cultura política creó el concepto de ciudadanía para dignificar la condición de las personas. Por eso no debe utilizarse para degradar la verdad y cancelar los derechos humanos. Se pasa de los secretos de Estado a las ruidosas mentiras del odio.

Y no estaría dispuesto a llegar a ser presidente a través del odio, porque una vez ocupado el cargo algunas de mis decisiones podrían desembocar en la barbarie. ¿Se imaginan convertir las residencias de ancianos en campos de exterminio, negándoles a los médicos el cuidado de los enfermos? Pasaría así de las mentiras del odio a las órdenes crueles. Que un político llegue a esos extremos sólo es comparable con el individuo que se ordena sacerdote para servir a Dios y acaba violando a niños y utilizando la sotana para ocultar la violencia sin límites de su desnudo pecaminoso.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_