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LA BRÚJULA EUROPEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

He sido la ruina de ambos

La política de ocupación, colonización, opresión y represión brutal abanderada en la actualidad por Netanyahu es una catástrofe para los palestinos y un oscuro lastre para los israelíes

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante una rueda de prensa conjunta con el presidente francés, Emmanuel Macron, el 24 de octubre en Jerusalén.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante una rueda de prensa conjunta con el presidente francés, Emmanuel Macron, el 24 de octubre en Jerusalén.POOL (via REUTERS)
Andrea Rizzi

Hacia el final de El viejo y el mar, el pescador Santiago pronuncia la frase que titula esta columna. Ya solo queda la mitad del enorme pez que el viejo había logrado capturar y que trataba de llevar hasta la orilla amarrado a un flanco del bote. Los tiburones se lo van comiendo en la larga travesía de vuelta y el viejo comprende que solo llegará a tierra su gigantesco esqueleto. “Fui demasiado mar adentro”, dirá. La conciencia de una obcecación inútil que mató al noble pez y casi destroza al pescador parece inundarle, sobreponiéndose al orgullo de no haberse rendido en una faena en medio de extraordinaria adversidad.

El viejo y el mar tiene rasgos de cuento mitológico, de episodio bíblico, e igual que estos inspira multitud de interpretaciones. La obra maestra de Hemingway no tiene nada a que ver con el conflicto palestino-israelí, pero ese instante de conciencia de Santiago es exactamente el mensaje que debería hacer reflexionar a los líderes israelíes —y a todos los amigos de Israel— ahora mismo. Las decisiones que tomen en estos días pueden conducir demasiado mar adentro, producir —de distinta manera— la ruina de ambos bandos.

Es evidente que Israel ha sufrido un ataque bárbaro y que tiene derecho a replicar con la fuerza dentro de los márgenes del derecho internacional. A todas luces, está sobrepasando los criterios de proporcionalidad y es más que probable que jueces internacionales considerarían como criminal la respuesta. Pero a la hora de calibrar su reacción, además del marco legal, Israel debe contemplar el marco político. Esto requiere reflexionar sobre el contexto pasado y las perspectivas futuras.

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Tiene razón el secretario general de la ONU en subrayar que los hechos actuales brotan de más de medio siglo de una ocupación abusiva y opresora. Ello, por supuesto, no justifica de ninguna manera la violencia de Hamás, que merece la condena más firme posible. Pero es parte importante de su explicación. La OLP renunció hace mucho a las armas, no es una creíble amenaza de seguridad y, sin embargo, Cisjordania no solo ha seguido ocupada con mínimas dosis de autogobierno, sino que la colonización israelí ha seguido imparable a lo largo de décadas. Es, este, un proceso inmoral además de ilegal que solo responde a una lógica de intereses egoístas, no a una de seguridad.

Occidente debería haber presionado hace mucho con las notables palancas de las que dispone para que esto no ocurriera. Sí, se aprobaron resoluciones en la ONU. Pero no se activaron los resortes esenciales de la influencia que podían conducir a un cambio. EE UU, aquel que más influencia tiene, podría haber condicionado su ayuda militar a Israel a que la colonización se parara. La UE, una potencia comercial, podría haber tomado medidas económicas de mayor calado que simples cuestiones de etiquetado de productos procedentes de los territorios ocupados. Ello podría y debería haberse hecho reafirmando siempre el compromiso inquebrantable con el derecho de Israel de existir en paz. Esto no es sinónimo de avalar abusos. Esta cuestión está en el mismo centro del contexto esencial para entender por qué estamos aquí y decidir qué hacer a partir de aquí.

La perspectiva nos dice que, de seguir en esta senda, de emprender una invasión de Gaza, los riesgos son enormes. En primer lugar, por supuesto, para la ya martirizada población gazatí. También para Israel, que podrá verse sumido en una lucha sangrienta y muy ardua de ganar en la Franja. Y además porque el riesgo de escalada se multiplicaría. Israel podría sufrir una lluvia de cohetes de Hezbolá desde el Líbano. EE UU ya ha sufrido ataques en la zona, y ha respondido. Pero hay más. Israel corre el riesgo de perder de forma mucho más profunda que en episodios anteriores el respaldo de la opinión pública occidental. La musulmana, por su parte, hará extraordinariamente complicado que pueda avanzarse en la normalización de relaciones entre Israel y los países árabes que estaba en desarrollo. Es cierto que, en conflagraciones anteriores, la indiferencia siguió a la indignación y todo siguió igual. Pero esta vez hay elementos diferentes: la magnitud de los horrores; un mundo en pleno cambio, inestable, más proclive al conflicto.

Los amigos de Israel tienen que hacerle ver que la senda en la que navega, además de injusta para los palestinos, no conduce a prosperidad y seguridad, como Netanyahu y otros estuvieron vendiendo durante mucho tiempo, porque fomenta odio. Los amigos de Israel deben hacerle ver eso y actuar, presionar para un cambio con los elementos de los que disponen.

Hay situaciones en las que, colectiva o individualmente, caemos presa de obcecaciones. Por avidez de poder, por miedo, por egoísmo, por orgullo, o incluso por amor mal gestionado, perdemos el equilibrio, la brújula, y de forma pertinaz nos enroscamos en un error que no sabemos o queremos ver, precipitamos la ruina de nuestros vecinos, amigos, amores y de nosotros mismos.

Hay que despertar, con voz y actos, a quienes, en una obcecación irracional, contribuyen a la ruina de ambos, la de los palestinos en la opresión, la de los israelíes lastrados por la indignación internacional, un camino que pudre su alma democrática.

El viejo regresó a la orilla con tan solo el esqueleto del enorme pez, con las manos destrozadas, consumido. Hemingway narra que, de regreso a su cabaña, se quedó dormido. Que soñó con leones. Quizá sea una metáfora de la muerte. Quizá no. Tal vez mañana haya otra oportunidad para hacerlo bien.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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