La desigualdad y las guerras
Los lectores escriben sobre el conflicto entre Israel y Hamás y las duras imágenes que deja, la baja natalidad en España y las generaciones más jóvenes
La guerra, con su carga de irracionalidad, adoctrinamiento y bestialidades alrededor de la religión, de la ideología o de las identidades primordiales, viene siempre precedida por la desigualdad. El interés depredador de unos pocos y la desesperación de la inmensa mayoría hacen posible estas guerras modernas sin comienzo ni final. El secreto para conseguir la paz está en hurgar, en saber qué intereses económicos hay detrás. La fe en un dios, la ideología y la identidad nacional o de raza se asumen o se disimulan, pero nadie puede imponerlas permanentemente; los intereses económicos sí se imponen, generalmente por la fuerza, pero disfrazados de competencia regional, geopolítica plurinacional, alianzas estratégicas… y, sobre todo, por la alienación del espíritu crítico y del libre albedrío. Solo cuando entendamos que todos, desde la diversidad, compartimos necesidades, capacidades y motivaciones empezaremos a entendernos, reduciremos la discriminación económica evitando la explotación de unos por otros, y tendremos en la cooperación y la justicia social una oportunidad como humanidad.
Luis Fernando Crespo Zorita. Las Rozas de Madrid
Natalidad
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística no me sorprenden, ya que vivimos en una sociedad en la que tener un hijo se ha convertido en todo un lujo: subidas continuas de precios, inseguridad laboral, difícil conciliación, dificultad de acceso a la vivienda, tipos de interés por las nubes... Si se nos impide tener un mínimo de seguridad en cuestiones tan elementales, resulta evidente que esta tendencia a la baja se mantendrá sine die, y no porque así lo queramos, sino por mera cuestión de responsabilidad.
Víctor Delgado Santiago. Padul (Granada)
Basta con narrar
Desde hace tres días he desconectado. No me asomo a los periódicos ni a las redes sociales. No puedo soportar el dolor. La angustia de ver cuerpos de mujeres torturadas y afortunadamente muertas —en circunstancias así, la muerte es clemencia—, chiquillos aterrados preguntando si han matado a su hermana; cadáveres de hombres desnudos con números pintados en la espalda... No he querido ver más. Y reflexiono: ¿es necesario mostrar fotos de la barbarie? Mi opinión es que no. Basta con narrar. Los bárbaros quieren que les hagamos propaganda. Estos, los otros y los de todas las guerras. Un granito de opinión para cuando duden en la reunión de Primera de su diario.
Silvia Rodríguez. Madrid
La radio, ese aparato
Tengo 21 años y el otro día me sentí vieja por primera vez. Estábamos en casa con una prima que tiene 11 años. Entró en el baño y me preguntó: “¿Qué es este aparato?”, señalando con el dedo a la radio de mis padres. Me quedé atónita ante lo que preguntaba. No sabía cómo explicarle algo que para mí es tan obvio. Es evidente que los niños de hoy ya no conviven con las radios como lo hicimos yo o mi familia. Para ellos son como las máquinas de escribir lo eran para mí. “Sirve para escuchar música, noticias y contenidos de todo tipo, como la televisión, pero solo en audio. Puedes cambiar de emisora como cambias de canal”, le contesté.
Anna Martí Marcet. Sitges (Barcelona)
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