La burra
El proyecto separatista de Urkullu y otros es legítimo si previamente afirmamos que la ciudadanía depende del parcelamiento territorial, no de la unidad constitucional
Hace años tuve un amigo que, cuando alguien se obstinaba en sostener una idea o una postura contra toda evidencia, lo deploraba así: “¡Y vuelta la burra al trigo!”. Me aprendí el estribillo y lo utilizo a veces para imitarle. Lo recuerdo ahora, con motivo de la “nueva” propuesta de Iñigo Urkullu, que vuelve como las oscuras golondrinas pero con algo menos de gracia. Como vuelven las respuestas sabidas e inevitables sobre la soberanía de todos los ciudadanos, que no puede trocearse a gusto de quienes pretenden dividir para sacar mayor tajada. La única novedad es que algunas criaturas ministeriales como Félix Bolaños proclaman que la propuesta es “legítima” aunque el Gobierno no la comparta... por ahora. Muy legítima no parece. Que alguien proponga llevarse velis nolis todo el dinero del banco, el suyo y el de los demás, es legítimo si antes se asume el principio de Proudhon de que “la propiedad es un robo”. El proyecto separatista de Urkullu y otros es legítimo si previamente afirmamos que la ciudadanía depende del parcelamiento territorial, no de la unidad constitucional. Si la Constitución es un robo, como la propiedad, todo vale, pero entonces no hay más derechos que los asegurados por la fuerza, lo cual no facilita la estabilidad de la convivencia.
La burra vuelve al trigo porque los separatistas no creen en los ciudadanos, sino en los territorios y sus leyendas. No reconocen la igualdad de los ciudadanos porque según ellos los territorios son de distinto nivel: unos, los históricos, pueden tratarse de tú con el Estado, mientras que los demás son simple calderilla provincial. Y así una y otra vez. Se acabó: todo es mentira que los bribones fingen creer para sacar provecho de las burradas. Y el trigo que se come la burra son los derechos de usted y los míos.
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