Errática Meloni
Los anuncios y rectificaciones del Gobierno italiano en política económica confirman que se trata de un Ejecutivo sin un proyecto claro
Los bandazos en la política económica de Giorgia Meloni, que ha pasado de anunciar por sorpresa un impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca italiana a retirar su propuesta inicial y plantear un modelo impositivo mucho más moderado, han sacudido esta semana a la banca europea, que, contagiada por el derrumbe en la Bolsa de las principales entidades financieras del país transalpino, ha sufrido notables caídas en el continente. En España, el movimiento sísmico también se ha notado, aunque menos que en Italia, cuyos bancos llevan años despertando dudas.
Este movimiento de los mercados anuncia la poca tolerancia que los inversores temerosos tienen ante las decisiones erráticas de los gobernantes. Sin llegar a los extremos de las extravagantes propuestas fiscales de la británica Liz Truss, la sacudida ha sido suficiente para hacer recular a un Gobierno que no destaca por su desempeño en materia económica: el PIB de Italia entró en terreno negativo en el segundo trimestre, mantiene una inflación del 6% y una posición fiscal complicada. Con un objetivo de déficit para 2023 que se sitúa en el 4,35% del PIB, y una deuda pública del 144% del PIB, Meloni anunció una rebaja en las cotizaciones sociales, en el impuesto sobre sociedades y una reformulación del impuesto sobre la renta, con vistas a establecer, en el futuro, una tarifa plana donde todos los tramos de renta pagarían el mismo tipo. Medidas todas ellas dirigidas no a reducir, sino a incrementar su desfase fiscal, que solo podía corregir buscando nuevas fuentes de ingresos —el impuesto a la banca— o recortando gastos, algo que ha hecho apuntando a los más débiles, al eliminar el derecho al ingreso mínimo para las familias más desfavorecidas.
Los anuncios y rectificaciones del Gobierno italiano sobre un tema tan sensible como los beneficios de la banca no son sino una prueba más de un Ejecutivo sin un proyecto claro, algo que suele alarmar a los mercados: la prima de riesgo italiana (la diferencia entre los intereses que paga su deuda y la del país más seguro, Alemania) se sitúa en los 167 puntos, por encima de la española o la portuguesa.
Las economías del sur de Europa comparten fragilidades, incluyendo una baja productividad, un estancamiento de los niveles de vida y una alta vulnerabilidad fiscal. Sin embargo, existen alternativas diferentes para el tratamiento de estos males, y todo parece indicar que los caminos que han tomado otros países del Mediterráneo apuestan por la previsibilidad, la responsabilidad fiscal y la seguridad jurídica, incluso cuando se trata de subir impuestos. Italia sigue enfangada en su camino de decisiones erráticas e improvisadas, una muy mala señal ante los difíciles años que vienen, con los tipos de interés del BCE frenando la economía y con la reactivación de las reglas fiscales de la Unión a la vista. Deberemos estar atentos para evitar contagios injustificados.
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