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Anatomía de Twitter
Columna
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“Poner límites”: por qué hablar como psicólogos nos ha vuelto peores personas

Tras pervertir el autocuidado, la normalización del lenguaje terapéutico ha traído más egoísmo que empatía

Jonah Hill
Jonah Hill y Sarah Brady en el estreno de 'No mires arriba', en diciembre de 2021.Taylor Hill (FilmMagic)

“Que esto sirva de advertencia para todas las chicas. Si tu pareja te habla así, sal de ahí. Háblame si necesitas que alguien te escuche”. El pasado 7 de julio, Sarah Brady, una surfista profesional que fue novia del actor Jonah Hill durante 2021 y 2022, revolucionó las redes al compartir estas frases y hacer públicas unas capturas de unos mensajes directos que la pareja intercambió en Instagram durante su relación. De ser verídica aquella conversación, el intérprete de El lobo de Wall Street se revelaba como un novio abusivo y controlador. En unos de los mensajes expuestos, Hill redactó una lista de lo que no iba a permitir en caso de seguir juntos: “Surfear con hombres; amistades inapropiadas con hombres; ser modelo, publicar fotos en bañador; publicar fotos con actitud sexual; tener amistad con mujeres que pertenecen tu pasado más salvaje más allá de compartir un almuerzo, un café o un encuentro respetuoso”. También añadía: “No soy la pareja adecuada para ti si este es el tipo de cosas que te aportan felicidad. Lo entiendo y no habrá resentimientos. Pero estos son mis límites para una relación romántica”.

Aquello era machismo evidente, pero Hill lo enmascaró con uno de los conceptos que más se ha pervertido por la invasión del lenguaje terapéutico: “poner límites”. Las dos palabras mágicas de los gurús de la autoayuda son el nuevo comodín relacional de nuestra década. Lo sabe la escritora Lily Scherlis, que en Cómo los límites se convirtieron en las reglas de la salud mental (y lo explican todo) ha denunciado cómo esa expresión que exige respeto se ha convertido en una autoridad moral, una metáfora de cómo deberían funcionar las relaciones y una especie de sello de madurez emocional, integridad ética y deseabilidad social. La autora, que ha analizado la explosión del concepto en los últimos cinco años en libros, podcasts, tiktoks y artículos, critica que rara vez sean cuestionados cuando se imponen y que si los hemos asimilado sin espíritu crítico es porque, según apunta, “nos están enseñando a relacionarnos con otras personas como si fueran lo único que los sistemas sociales están decididos a proteger: la propiedad”. Otro triunfo más del capitalismo emocional.

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No sorprende que Hill se acogiera a “poner límites” para controlar a su novia. Esa palabrería cuadra con su exitoso documental de Netflix de 2022, Stutz, donde grabó sus sesiones con el terapeuta Phil Stutz para ayudarle con su confianza. El doctor Stutz, que anima a pensar en la vida a través de lo que define como “pirámide de fuerza vital”, también vende libros y ofrece clases de autoayuda en línea. Tampoco resulta chocante su enorme influencia en LinkedIn, donde las empresas publicitan su “método Stutz” para alentar la cultura del mindfulness corporativo. Esa que te anima “a sacar lo mejor de ti mismo” porque nosotros somos los únicos responsables de nuestra ansiedad, y no el sistema.

“Jonah Hill haciendo un documental sobre su terapeuta (y potencialmente cruzando los límites éticos con su amistad) adquiere un aura nueva cuando ves esos mensajes en los que trata de someter a su novia”, compartió la crítica Kayleigh Donaldson en un tuit viral donde recomendó uno de los textos más compartidos de internet este 2023: ¿Nos está volviendo egoístas el lenguaje terapéutico? Un reportaje de Rebecca Fishbein en Bustle donde denunciaba cómo desde la responsabilidad afectiva al autocuidado, pasando por la moda de poner límites, la normalización y perversión del lenguaje terapéutico en esta cultura de la autorrealización derrocha más individualismo que empatía. O lo que es lo mismo: que hables como tu psicólogo, y te lo creas, no te convierte, automáticamente, en mejor persona.

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