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Columna
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‘Vade retro’

Sí, menudo alivio que esta campaña electoral acabe ya, aunque nos haya ofrecido momentos de buen humor

Elecciones generales Explicaciones Rodríguez
Una mujer pasa frente a carteles electorales del PP y PSOE en Gijón.Paco Paredes (EFE)
Fernando Savater

Sí, menudo alivio que esta campaña electoral acabe ya, aunque nos haya ofrecido momentos de buen humor. Como oír a Sánchez y sus voceros acusar a su rival de mentiroso (¡olé tu jeta!) o a Yolanda Díaz (verla desaparecer de escena mejorará el cambio climático) acusar a Feijóo de relacionarse con un narco tras festejar ella a Cuba, Maduro y otros “soles” del negocio. En lo que más insisten los avaladores de Sánchez es en que se avecina la vuelta a los horrores del pasado. Según los más toscos, perderán sus derechos las mujeres, los inmigrantes, los trabajadores y todos los LGTBI+ habidos y por haber. Esta bobada merece poco respeto, porque tales derechos no los garantiza el Gobierno actual ni debe asegurarlos el próximo sino la Constitución del 78, esa tan denostada por nuestra izquierda clarividente. Sólo los enemigos de la Constitución —y no faltan precisamente— ponen en peligro los derechos de los ciudadanos, sean quienes fueren. No creo que todo tiempo pasado fuese mejor, pero a veces es razonable tratar de recuperarlo. En la Transición la mayoría queríamos recobrar los partidos políticos y los sindicatos horizontales, que el franquismo denostaba como peligrosas antiguallas. Entonces lo progresista era volver atrás. Y tampoco sería malo regresar a los días en que PSOE y PP se dieron la mano en el Kursaal frente a la común amenaza del separatismo violento. O a los tiempos de Tarradellas, cuando Cataluña era una promesa y no una amenaza para España...

Movilizados electoralmente, unos pocos picadores de la cultura sanchista se reunieron para lamentar la censura atroz que imponen los ultras. Faltaban Plácido Domingo, los profesores acosados por oponerse a la ley trans, los autores de tebeos retocados por la corrección política, etc. Yo eché de menos sobre todo a aquella gente de izquierdas con sentido del ridículo.

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