Votar es de viejos
No son marcianos. Son nuestros hijos y nietos. Algo habremos hecho para que crean que votar es de viejos. Veremos qué votan, si votan. El hecho es que pagarán las consecuencias
Millón y medio de jóvenes podrán votar por primera vez el próximo domingo, 23 de julio. Otra cosa es que voten, y a quién, si lo hacen. Su papeleta, más que ninguna otra del censo, es una incógnita, como algunos de ellos hasta para las madres que los parieron. Ninguna encuesta puede clavar el signo político de una generación de chicos y chicas, entre los 18 y los 22 años, que ha alcanzado la mayoría de edad justo cuando una pandemia y un cambio de era tecnológico sacudía los cimientos del mundo, del país, de sus casas y de sus vidas. Como las de todos, pero como las de nadie, porque no tienen con quién compararse, salvo con sus viejos, y, viendo cómo les ha ido, muchos piensan que votar no va con ellos.
El momento más divertido, e inquietante, de la entrevista de campaña de Pedro Sánchez con La Pija y la Quinqui, dos jóvenes que triunfan entre sus pares hablando de sus movidas en un programa de audio, fue cuando al candidato socialista se le cayó la cara de la risa, y la vergüenza, al escucharles decir que Serrat y Perales fueron los ídolos “de su época”. Cincuentón, boomer, viejo, le estaban llamando a la jeta. Nada nuevo. Los jóvenes nos meten a los mayores en el mismo saco desde que el mundo es mundo, como nosotros a ellos. Lo nuevo es que incluso la Pija y la Quinqui, a sus 26 añitos, son ancianos para ciertos debutantes en las urnas. Esos que se hacen las fotos con el filtro ya puesto para salir en redes con la pinta que quisieran tener y no tienen, y sufren por ello. Esos que se pasan la vida escribiéndose, pero no te cogen el teléfono porque les da ansiedad hablar dos minutos con alguien de carne y hueso. Esos que no han visto un debate político en su vida, pero se enajenan viendo vídeos de cómo hacerse el skin care. Esos que se desloman acarreando palés para pagarse un tatu o un hinchado de morros, porque de emanciparse ni hablamos. Esos cachorros salvajes y vulnerables que hemos echado sin red a un mundo que aún no es el suyo y ya no es el nuestro. Puede que sean egoístas, inmaduros, niñatos y niñatas más o menos consentidos, pero no son marcianos. Son nuestros hijos. Y algo habremos hecho para que crean que votar es de viejos. Pronto veremos qué votan, si votan. El hecho es que pagarán las consecuencias.
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