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Columna
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No estar

Son frecuentes los casos en los que militantes o personajes históricos evolucionan mal, se portan como unos cascarrabias y se alían con el enemigo. Somos peligrosos cuando las listas o los años nos dejan fuera

Paneles para los carteles electorales en San Sebastián, en mayo.
Paneles para los carteles electorales en San Sebastián, en mayo.Javier Etxezarreta (EFE)

Estar o no estar, esa es una cuestión que merece la pena discutir. Ser o no ser resulta una cuestión shakesperiana, última, de apaga y vámonos. Pero estar o no estar supone otro tipo de cuestión, un proceso en el que caben los matices, las circunstancias y el vamos a pensarlo. Por eso se habla tanto del saber estar. La buena educación nos enseña desde niños a saber estar, comportarnos bien en una clase, una comida familiar o una fiesta. Luego ampliamos las posibilidades del destino en una cama, una relación sentimental, un trabajo o un puesto público. Saber estar con dignidad supone preocuparse por uno mismo y por los otros, quedar bien, no abusar, no robar, desempeñar con respeto las funciones encomendadas.

Cuando se cumplen años, uno comprende la importancia de saber no estar. Es tan importante saber no estar como saber estar. Cuando se rompe una relación sentimental, por ejemplo, es importante saber no estar, respetar la integridad de la otra persona, su independencia, no gritar, amenazar, matar en los procesos de separación y de divorcio. Y cuando no se está en el Gobierno es muy bueno saber no estar, no crispar, no considerar ilegítimos los resultados democráticos, no convertir la política en un lugar para la mentira, el odio y el insulto. Saber no estar es algo muy necesario para la convivencia. Saber no estar es una buena forma de participar con dignidad en el bien común.

El saber no estar adquiere importancia en las discusiones políticas y la elaboración de listas electorales. Son frecuentes los casos en los que militantes o personajes históricos evolucionan mal, se portan como unos cascarrabias y se alían con el enemigo. Somos peligrosos cuando las listas o los años nos dejan fuera. Conozco poetas que odian con furor al crítico que no cuenta con ellos en una antología. Saber no estar importa tanto como saber estar.

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