No traguéis
Todo es muy complicado, cada día más, de ahí que los que somos un poco tontos no abracemos ni el optimismo exagerado ni el pesimismo desmedido
Quizá no sea tan malo ser un poco tonto. El tonto aprecia mejor que el listo las conquistas intelectuales. Lo digo por experiencia propia. A mí me asombra, por ejemplo, que el mundo esté tan bien y tan mal ordenado al mismo tiempo. Está mal ordenado porque hay pobres, hay hambre, hay miseria, hay clases sociales y porque las bombonas de butano pesan mucho para la gente de mi edad. Pero está bien ordenado porque los semáforos, sin ir más lejos, funcionan. Miles, millones de semáforos están ahora mismo apagándose y encendiéndose en todo el mundo perfectamente sincronizados con las necesidades de cada ciudad, de cada esquina. Dan ganas de creer en Dios. Yo preferiría que no hubiera guerras ni hambre ni clases sociales a que los semáforos funcionaran. Pero no se puede tener todo lo que se desea.
El mundo está bien y mal al mismo tiempo. Está mal por la extinción de las ballenas y las abejas. Pero está bien porque los aparatos de televisión apenas sufren averías. Puedes estar viendo series turcas ansiolíticas 24 horas al día sin que ni siquiera se calienten. Jamás dan muestras de cansancio.
El mundo está mal porque hay muchas enfermedades, pero si comparas el número de hígados existentes con el número de patologías propias de esa víscera, verás que la desproporción entre una cosa y otra, a favor de la salud, resulta abismal. Esta facultad de evaluar al mismo tiempo lo bueno y lo malo de la realidad es propia de las personas un poco tontas. Las listas van silbando por ahí, con las llaves del coche en la mano, sin darse cuenta del portento que representa que sean listas siendo tan tontas. Quiero decir, en fin, que todo es muy complicado, cada día más, de ahí que los que somos un poco tontos no abracemos ni el optimismo exagerado ni el pesimismo desmedido. Vivimos siempre ahí, entre dos aguas, procurando no tragar.
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